viernes, 21 de junio de 2013

Fin Por Ezequiel Feito

Puede devorarme el sol esta mañana.

Puede recortar mis ojos vacíos
y poner en ellos un azulado tiempo
sin importancia e infinito.

Disolver mi cuerpo en el aire
y darlo de comida a los ávidos pájaros del cielo,
o recortarme en pedazos y esconderlos en las nubes
para llevarlos a cualquier parte de la tierra.

Puede envolverme en su luz, de tal manera
que desaparezca como si nunca hubiese existido
o convertirme en sal y que en el agua
me vaya disolviendo de la forma más lenta y aburrida.

Su luz puede envejecerme, puede anestesiarme,
hacerme ver como soy, y con ello encontrar la muerte.

Si, la muerte, con sólo iluminarme
y volver mi alma transparente.

Esa alma que desea el regreso de la noche
para caminar, huérfana, por las negras calles.

Por eso amo el sol de la mañana.

Porque en él tengo la oportunidad de que mi nombre
sea borrado de todos los registros de la tierra
y el caos y la sombra se ocupen de mi ausencia.

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