viernes, 21 de junio de 2013

LA RESISTENCIA BALCARCEÑA - Por ENRIQUE SPINELLI

Muy pocos lo saben, pero Balcarce fue invadida por alienígenas. Una perversa estrategia de estos individuos hacía que la mayoría de los balcarceños no lo percibieran. Unos pocos -los distintos- advirtieron esta situación y organizaron “La Resistencia Balcarceña.”
Los invasores, entre otras cosas, implantaron una instalación que denominaban “la fábrica”. Esta cosa se tragaba a los balcarceños 8 horas por día, los largaba sólo para su recarga y volvía a tragárselos el día siguiente. Además, todo el tiempo inundaba el pueblo con un tufo de fábrica que mantenía a sus sometidos en un estado alienado, casi hipnótico.
Estos tipos tenían planes a largo plazo, por eso también buscaban dominar a los niños. Lograron sacarlos del potrero para alienarlos en estaciones de juego, donde mediante horas sobre una pantalla, eran instruidos en la nada. Para esto, eliminaron todos los potreros y los reemplazaron por edificios con habitaciones de 2x3. Los niños tenían 4 o 5 amigos entrañables y se los cambiaron por 1024 en la red social; el perro pulgoso por un prolijo “pet” y la pelota por un “link”. De esta manera, estos impiadosos seres controlaban toda comunicación que pudiera atentar contra su control. Control era su palabra preferida, su inicio y su fin. Para conseguirlo implantaron formidables instrumentos, como la internet, el celular, los semáforos y los horarios.
Así fue cómo poco a poco, estos tipos fueron inoculando a los felices habitantes del pueblo y los transformaron en usuarios. De alguna manera consiguieron que los balcarceños, personas amantes del tiempo y la amistad, vivieran apurados, llegando siempre tarde a donde antes no iban. Los amables taxistas del pueblo luchaban por ganar cada esquina como si les fuera la vida en cada encuentro. Nunca supieron por qué.
Como si todo esto fuera poco, los alienígenas se robaron el aroma y el sabor de los tomates, vaya a saber para qué; dejando unos preciosos tomatitos con sabor a tomatito precioso.
Digamos que si la vida es lo que disfrutamos, en Balcarce quedaba muy poca vida. Por suerte, era muy fácil identificar a invasores y colaboracionistas: vestían traje, celular y jamás usaban efectivo. En general, para estar seguros, vivían en countries donde eran custodiados por guardias pobres, que fajaban a cuanto pobre intentara acercarse al country. Cuando terminaban su turno, estos poderosos pobres guardias se retiraban a sus pobres casas, entre sus vecinos pobres que gustosamente los fajaban. A veces, los colaboracionistas les daban la mano a sus guardias y ¡hasta les hacían chistes! Sólo el alineamiento impuesto por los alienígenas hacía posible mantener este delicado equilibrio.
Los invasores tomaron el control; pero no pudieron con todos, algunos dejaron sus empleos y se hicieron poetas, músicos y artesanos. Otros, como los muchachos del Alas, tomaron una actitud más combatida, pero todos ellos de uno u otro modo lucharon por la liberación de todo Balcarce.
La resistencia balcarceña, comenzó con sus actos combativos en el pueblo mismo, intentando debilitar a los invasores. El Dr Garsú, con la ayuda de un sobrinito medio nerd, logró jackear facebook. A todos quienes estaban conectados ese día a las 3 de la mañana, se les presentó una pantalla con los ojos saltones del Turco Alcoyana y un mensaje: “Son las tres de la mañana, todos tus amigos están culiando …¡y vos con la computadorita!”. La idea era buena, pero su efecto fue nulo. Rápidamente, todos los usuarios, comunicándose mediante mensajes de texto, advirtieron que no era verdad. La compañía de telefonía celular facturó 30.000 mensajes en 5 minutos.
Los muchachos rastrillaron todo Balcarce buscando la central invasora. No la pudieron encontrar, pero descubrieron que el control se realizaba desde el exterior: un edificio en Buenos Aires. Hacia allí viaja La Resistencia Balcarceña con un camionero que los alcanza hasta el puerto, donde encuentran la central pero también importantes medidas de seguridad: había guardias en la entrada y en cada uno de los pisos. En primer lugar enviaron a Soguita, más acostumbrado a escurrirse, que ingresó disfrazado de zócalo. El quinielero venía bien, pero un seguridad lo descubre mediante visión infrarroja cuando ya estaba dentro del edificio. Soguita se ve acorralado y le cruza la cara de un alpargatazo. En el apuro, en lugar de darle con la suela le da con el interior del calzado. El alien cae y muere antes de llegar al piso. Apenas alcanzó balbucear mimnio athesa eio…
La avanzada abre una ventana por donde ingresan todos. La Resistencia llega sin inconvenientes al piso restringido, pues van por las escaleras. Los muchachos desconfían de los ascensores y más aún de esos que cierran las puertas solos. Los alienígenas jamás pensaron que alguien podría subir por las escaleras, en realidad no sabían cuál era su utilidad.
Finalmente llegan al piso 18 donde se aloja la cúpula y la sala de control. Marmorato rompe la puerta blindada de un cabezazo y Alcoyana ingresa con una escopeta del 12 listo para liquidar a los invasores. Se encuentra que 4 de estos tipos manejaban todo el pueblo, sometiendo todo Balcarce robando niñez, sueños, charlas y poesía. Ahí estaban, en sus impecables trajes y con tres celulares cada uno sobre su mesa. Sólo por un instante miraron a Alcoyana, que les apuntaba con un ciego agujero negro, y continuaron tecleando como si nada. En sus computadoras tenían abiertas 14 ventanas que atendían con fruición, al mismo tiempo que atendían los mensajes de texto en sus celulares.
El turco sólo les dijo -tal vez lo saco de alguna película-: -Pidan su última voluntad. Los 4 respondieron al unísono: -¿Me deja revisar el e-mail?
Alcoyana y sus amigos quedaron paralizados por el espanto. El Turco los reventó y destruyó la central de control, pero sólo por impotencia: el problema era mucho más grave de lo que parecía.
Los muchachos regresan colados en un tren hasta Mar del Plata. Recobraron algo de esperanza cuando 3 tipos con cuchillos de acero intentaron robarlos. Después de la paliza que les dieron a los chorros se sintieron algo más vivos. En agradecimiento les dejaron un banderín del Alas Balcarceñas.
Finalmente llegan a Balcarce. -Gente, vamos al "Zorzalito Criollo" y con lo que nos quede, nos robamos un chancho y lo asamos en el Alas.
El pueblo era la desolación. Todos caminaban como zombies sin rumbo por las calles. Con el tiempo la gente se comenzó a organizar y autogestionándose, organizaron cooperativas y lograron reabrir las fábricas, el facebook balcarceño, activaron el email, los celulares, etc, etc, etc



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