viernes, 21 de junio de 2013

Sección Herboristería: Hoy Colletia paradoxa, vulgarmente llamado Curro Por Jerome Bompland

Cierta vez, en una exposición de cuadros de naturaleza muerta, un conocido muralista me hizo la observación de que todos los cuadros expuestos en esa galería, cualquiera sea el motivo, tenían pintadas unas matas de curro. Obviamente, le pregunté por que se hacía tal cosa, y me contestó que el curro es un símbolo; quizás el más genuino de Balcarce. Está en casi todas las expresiones artísticas, médicas, políticas, económicas, sociales, técnicas, nodales... y que en lo personal, ella creía que no había casi lugar alguno en el que dicho arbusto no estuviera presente.
Notando mi escepticismo, me explicó que si me tomaba una dedicada molestia, podía observar que este arbusto, tan grande, gordo y bien alimentado, se extendía por casi todo el partido y era raro el lugar donde no hubiese aunque sea alguna plantita de él. Que si bien es exclusivo de la Tandilia sedimentaria, el curro de Balcarce era único por lo persistente y extendido que estaba. De paso, es muy común encontrar dicho curro junto con la cicuta, sin que uno conviva en detrimento del otro.
“El curro decía-, es más que un simple arbusto; es toda una institución. Me extraña que una planta así no se haya colocado en el escudo de esta ciudad” y seguidamente comenzó a ponderar las virtudes de éste.
Consultado cierto amigo, botánico de profesión, que estaba de visita en la ciudad, luego de describirlo como un arbusto de mediana altura de hojas engrosadas terminadas en espinas (por lo que no cualquiera puede hacer o recoger un curro, sino personas expertas en eso), me hizo notar cuánto curro hay en este lugar y que si bien el arbusto está disminuyendo en las sierras y campos, el curro aumenta en plena ciudad gracias al esfuerzo de la gente por no destruirlo, como vulgarmente se hace con la retama (que de paso, los que la cortan dicen que al menos sirve para hacer fuego al igual que el curro, aunque a éste, si se lo quema, provoca una densa humareda capaz de esconder cualquier bulto). Es por ello que entidades gubernamentales y no gubernamentales, tales como los ecologistas, optan por fortalecerlo y hacer que crezca por todos lados, llevándose muchos de sus representantes cuando viajan algún curro como recuerdo para acallar la nostalgia por su terruño.
También me dijo que hay recolectores o gente que se dedica exclusiva e  incansablemente a los curros: Se los denomina “Curreros” y los hay de todas layas y profesiones. “No cualquiera es currero sentenciaba mi amigo-. Hay que saber mucho para diferenciar bien los tipos de curros y elegir entre los ejemplares más desarrollados o “gordos” de los que no reportarán beneficio alguno al currero”.
Notando en mí un aire de extrañeza dado que desconocía totalmente que hubiera semejante profesión siguió diciéndome: “En toda la Argentina existe una cofradía de curreros que, reuniéndose en regulares grupos cada tanto, buscan el codiciado vegetal o curro para su propio beneficio, alegando que de alguna manera, el preservar esta especie hace bien a la sociedad. Y acto seguido, convocan a un par de “currerías” u operativos para conseguir la mayor cantidad de curros posibles”.
Le pregunté si el oficio de currero era anterior al curro o viceversa. Me respondió que era como preguntar lo del huevo y la gallina. Eso si, me recalcó que dadas las circunstancias y el desarrollo de nuestro ecosistema nacional, hay curro para rato y, claro, curreros.
“Tan importante es su profesión observó un amigo jubilado- que aparecen por todos lados: en los medios periodísticos, ya sea escribiendo artículos o como columnistas invitados; presentando proyectos; programando conferencias; dando cursos o discursos; actuando en educación; filosofando en los sindicatos; colaborando -desinteresadamente- en grupos de todo tipo, gubernamentales como en algunos consejos deliberantes-; nodales o de ecosistemas; en compañías de servicios (agua, gas, luz, residuos, reciclajes), o simplemente esperando pacientemente algún reconocimiento a su tarea”.
Mencionó de paso que la mejor herramienta para la recolección de curros era un artefacto, cuanto más largo, a más curro podía acceder el currero. Dado que hay muchísimos especialistas en confeccionar dicha herramienta, ésta sola da trabajo a tantos que por eso lleva parte del nombre de su presa: “Currículum”.
En el breve paseo que tuvimos, me mostró varios ejemplares que crecían en la sierra, en los campos, en las estancias, cerca de los pozos de agua, en los basureros (hoy futuras plantas de reciclado), y hasta pequeños brotes que estaban diseminados en plena ciudad, plantados disimuladamente en los canteros de la plaza, junto a la pirámide; y hasta me ha mostrado que en ciertas dependencias municipales, bancarias, empresariales, agropecuarias, comerciales, educativas, compañías de electricidad,  sindicatos, etc. han incorporado por patriotismo o simpatía este elegante arbusto en muchas de sus dependencias, ya sea como adorno o recordativo de la importancia que tiene éste con el devenir ecológico de la ciudad.
Quien suscribe, en estos últimos tiempos ha estado caminando por varios lugares de esta ciudad y viendo cómo se reproduce este Colletia paradoxa o Curro en casi todos los lugares que ha visitado. Es un placer, más en estos tiempos de tanta suspicacia y malos entendidos, donde el trabajo honrado escasea o brilla por su ausencia, el ver tantos curreros ir en pos de todos los curros que encuentren para garantizar sus bienes y el de sus entenados, aunque en verdad, mis amigos nunca me dijeron cuál es el bien que le podría hacer este oficio a aquellos que no lo practicamos en absoluto.


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