jueves, 20 de junio de 2013

EL TRIGO DEL VOLVER Por Antonio Monzonis

Trigo de verano
en una noche de amor.

Insinuaciones.

Saltos de pesadilla,
apretando con fuerza
bajo una lluvia de estrellas.

Luego... más tarde,
bailamos en la oscuridad.

Cortando
las espigas de los trigos.

Canto de criatura Por Mayte Sánchez Sempere

Quiero un rincón triángulo
para plegarme toda
en contorsión ajena al ruido de las flores,
un ojo catapulta
que lance la mirada
atravesando el tiempo que se perdió en el tiempo
y con cada segundo
huérfano de misterio
rellenar las esquinas con pajas plumas polvo.

El rincón será nido y yo,
cáscara hueca,
tejeré la membrana de otra yo creadora.

Clarita estaba la noche Por Ezequiel Feito

Clarita estaba la noche,
clarita y por vez primera
los dos sapos de aquel charco
saltaron a las estrellas.

Clarita estaba la noche
cuando la retama nueva
aprendió a silbar bajito
por no despertar las piedras.

Clarita estaba la noche
sin ogros, cucos ni meigas,
mientras mueven, despacito
la cuna las hadas buenas.

Clarita estaba la noche
mientras que la luna riela
por los valles más profundos
y los techos de la aldea.

Clarita estaba la noche
para escuchar de la tierra
todo lo que hacen los hombres
en las malas y en las buenas.
...
La tierra contaba todo,
la noche sólo escuchaba.
Contó para desahogarse
hasta empezar la mañana.

Las ranas, de las estrellas
volvieron, y las retamas
saludaron con perfume
a la aurora que llegaba.

Por allá despierta un niño
y hacia el valle van las hadas,
vuelve el hombre bajo el cielo
y a la tierra, la esperanza.

NO TE OLVIDES DEL AYER Por Antonio Monzonis

No te olvides del ayer
porque es parte de tu alma,
fue tu perdida inocencia
y también fue tu ternura.

Entonces había cielo
lleno
de estrellas y lunas,
era un mundo de ilusiones
fantasías de chavales,
libélulas por las calles
también
trepar por los árboles.

No te olvides del ayer
porque allí
están tus recuerdos.

Amigos que dejaste ver
las fotos amarillentas
con pantalones de golf
o un caballo de cartón.

La sonrisa siempre viva
y el “rey” del Photomatón.
un futuro de color
tus bondadosas mentiras
que decías con dolor.

No te olvides del ayer,
de los besos inocentes
del “catón”
para estudiar,
un atisbo de esperanza
para un futuro mediar.

Esbozos
de cuentos y miedos,
calles con charcos de lluvia
y siempre te divertía
chapotear y mojar.

No te olvides del ayer,
enhebra tu pensamiento
vuelve tu mirada atrás
y habrán bonitos momentos
que tú siempre añorarás.

Pensarás en aquel beso
que a tu amiguita le diste
sin saber...
después corriste
para quererlo olvidar.

El viento traía en su manto
esos momentos de plata.

No te olvides del ayer
porque nunca olvidarás
aquella palabra exacta
de que se extinguía el alma.

El deseo está en la sombra

COPLAS

El -¡Ah, moza, si yo pudiera
      Ser el yerno de su tata,
      me estaría día y noche
      caminando en una pata!

Ella Si así lo viera mi tata
       Le iba usted a causar enojo,
       Pues nunca quiso tener
       Un yerno que fuese cojo.



El La cinta, para ser cinta,
    No ha de ser de dos colores.
    La mujer para ser fiel
    No ha de amar dos corazones.

Ella La mujer que quiere a dos
       No es zonza, sino entendida,
       Si una vela se le apaga
       La otra le queda encendida

MADRE! Por Antonio Monzonis

Alta luna
cántale al niño
que no tiene cuna,
ni amor ni ojos,
ni madre alguna
y yo voy muriendo.

¡Madre!
Que no me muera,
que mi hijo no sabe
que es una cueva.

De mi boca sin dientes
salen quebrantos,
de mis amores muertos
de tanto en tanto

¡Madre!
Que mi hijo no sepa
la vida negra,
ni consuma la trepa
de la condena.

Quisiera verlo
pero sin pena
y quisiera quererlo
con luna llena.

Desierto cuerpo
de paredes con sangre,
mi alma llora
y conmigo implora
la luna grande

Y a mi niño del alma
no lo veía
porque no fui la madre
que el quería.

Era piedra de arrebato
y lumbre seca.

De terciopelo negro
era mi cama
y querer yo quisiera
al hijo,
de mis entrañas.

Pero fue un cometa
que me miraba
en lo alto del monte
y no brillaba.

El olor de jazmines
donde se acuesta,
en las cumbres de nieve
con leche fresca.

¡Ay! Mi niño
que estoy llorando
tómame fuerte
que voy andando.

Julio en la escuela Por Ezequiel Feito

Hay dos árboles desnudos
en dos ciudades de tierra;
sobre sus ramas más grises
los gorriones se despiertan.

El sol pasea de a ratos
dando limosnas. La iglesia
parece un mudo castillo
rezando por sus almenas.

Un paredón, estrenando,
barbas de zinc cenicientas,
vigila con sus tres ojos
los niños blancos que juegan.

Cielo de julio. En su mástil
se duerme en gris la bandera
y el silencio barre el patio
para quedarse en la escuela.

Dos meses Por Hilda González-Concordia- Entre Ríos

 Porque la luna en mi vereda tiene
una tristeza de plata que me envuelve
te siento, presente en mi vereda.

 Porque el sol entre las nubes, todo el día,
mostróme su esfuerzo por brindarse en calor
te siento, corriendo por mis venas.

Porque las flores de mi ventana
esperan con ansias las gotas que calmen su sed
te siento, amando la vida hasta el fin.

 Porque los grillos callan, expectantes,
cuando acerco mis pasos al verde rincón
te siento, en el silencio de una despedida.

 Porque mi almohada muerde la oscuridad
para no contar mis secretos a los gritos
te siento, música en mis sueños.

 Porque el río recupera paisaje en la bajante
mientras corre saltando entre las piedras
te siento, invisible, sonriente y cercano.

 Porque las calles aturden
con sus voces y su música (son ruidos)
te siento, armonía, melodía de ausencia.

 Porque no te veo, no te oigo, no te encuentro
en mi casa, en mi pueblo, en mi gente, hoy
te siento como nunca...y...¡cómo duele!

OLA MUERTA Por Antonio Monzonis

Volví,
 y bajé a tu lado,
vi tu sonrisa,
besé tus labios,
te llevé
sobre mi espalda.

Mis pies descalzos
hollaban
la arena de la playa.

Jugamos,
seguías sonriendo,
como yo.

Una ola muerta
rozó mis pies.

Sí,
no era un ser humano
era
la revolución de una elipse
alrededor de tu cuerpo.

COPLAS

El: En el campo hay una flor
     Que la llaman cadrosanto;
     Vidita, si me querís,
     No me hagás padecer tanto.

Ella: Tenís la cara de pavo
        Y el andar de jilguero;
        Sólo te faltan las alas
        Para ser un pavo entero.



El: Quisiera ser ruiseñor
     Pa cantar en tu ventana
     La cántica más galana
     De mis ensueños de amor.

Ella: Al noble poeta admiro,
        Pero en respuesta al poeta
        Quisiera ser la escopeta
        Que lo volteara de un tiro.




El: Mucha caña y reforzada
     Me ha visto siempre fortacho,
    Y ahora me encuentro borracho
    Con una sola mirada.

Ella: Para que no le haga mal
        Esa miradita franca
        Váyase a dormir la tranca
        Encima de un abrojal.




El: Tengo un rancho y una silla
      Guitarra tengo y facón,
      Me hace falta un corazón;
     ¿no quiere ser mi costilla?

Ella: Si en comprenderlo no erro
        Y la razón se me alcanza
        A usted le chifla la panza
        Igualito que a mi perro.

SU OTRA MITAD Por Diego Santiago Cazzaniga Arduzzo

La vio pasar
a medias tintas,
partida al medio,
a medio vivir.

Y la siguió
para alcanzarla
a medio pelo,
a medio camino,
a medio amar.

El otro regreso Por Ezequiel Feito

El hijo pródigo por fin descansa
sobre la blancura de la tierra.
El sol no fatigará sus ojos
ni el pasado, su errante corazón.

Descansa mientras las nubes parecen recordarle
al ángel que lo acompañó cuando regresaba
de la tierra vacía,
de la región del hambre, del barro. La lejana tierra
donde todos danzan moviendo sus cadenas mudas
y cubren con lodo su desnudez enferma. Breve fue el camino
hacia la paterna casa.
El hijo que ha vuelto lo sabe. En su ventana
enmudecen los pájaros y se detiene el agua.
El aire ha cesado y abandona su leve peso dentro del cuerpo.

Hay muchos que no saben que duerme sin saberlo,
ni que el hijo pródigo ha vuelto por fin a casa.
Porque Dios es Dios de vivos, no de muertos.

Frases

- Hay una avaricia honrosa, y es la de las palabras.
- Quien considera que los extranjeros no son extranjeros en su patria, engrandece su nación hasta igualarla al mundo.
- Los problemas humanos han de resolverse en el niño; en el hombre, bien o mal, ya están resueltos

Si Acaso… Por Rosario Bustos Cruz

Si acaso me encontrara,
recibiera un golpe en punta de repente,
un tajo de libertad...

El aire se llenaría de gritos puros
y alegraría mi corazón desesperado,
desatando los nudos del dolor.

Ah!
Los espacios abiertos a los rayos de sol,
a las gotas de sangre salpicada en agua clara,
nudo de sombras,
yugo de ira.

¡Ay, corazón que galopa en el silencio,
traspasa la edad de la crecida
y huye del río del dolor!

Cuatro Jinetes Por Rafael Serrano Ruiz

En cielo en penumbra lívida de ocaso
galopan caballos en etéreos caminos;
cuatro jinetes recorren la tierra
como únicos señores
Cuatro jinetes eternos
cruzan palabras labrando el destino
Piafar de malignos caballos
Sonidos de terror y caos
Faz oriental sobre caballo blanco
Ponzoñosas flechas en carcaj de bronce.
Humanidad que ante su nombre
vaga errante en el mundo
buscando un Dios sin encontrarle.
Caballero de tez joven, hermoso,
sobre caballo de fuego
Fuerte galope blandiendo mandoble
arrasando tierras y casas,
hombres mujeres e infantes
en aras de inútiles causas.

POEMA Por Mayte Sánchez Sempere

De los caminos vacantes
el verso
se adentra cómodo en los más pintorescos
caminos puta alegre
caminos borrachera
caminos libertad para los gatos
quedan sin retratar
esposas de cuneta,
analgésicos para llevar el día,
viejas peluca con las cejas pintadas
y nostalgias de Cuba
en un barrio de nadie
y el verso se desliza
debajo de las muelas
semilla entre el escombro
suburbial y maldito
donde no hay ateneos ni vanguardias ni luces
y grita "soy de ellos".
En el parque,
paseando entre los perros,
el verso muerde la pierna de un anciano
"Te amo ahora
como te quise siempre"
(lápiz gastado sobre hoja de cuadros).
El poeta centrípeto despierta
con el verso pegado a las pestañas
y se lava la cara y se sube a la silla
y declama
"escuchadme
yo soy la poesía".
Una chica gitana sacude la melena
y el verso abandona la boca del poeta
para enredarse
ciego
en la ropa tendida.

Poesías Del libro “Vehemencias” de Gerardo Barbieri

Tiempo

Sigo mi senda
rastreando huellas grabadas en el desierto;
antiguas, gastadas, eternas.
Sigo mi senda
en el agua
en las nubes
en el humo.
Aun en lo profundo,
en el páramo,
en las alturas,
existen latidos de vida.
Todo se disgrega
y retorna.
Nada se pierde.


Lavandera

A la madre de Charles, Jorge y Ruben

Exhalando luz
sobre un muro de angustias
la gallega respondió:
«yo los voy a criar»
y la voz
que sugirió dejar pupilos a los pibes
calló.
¿Cuántas montañas de camisas,
cuántos kilos de pantalones
habrá refregado
la lavandera?
¿Cómo soportó
el dolor que la artrosis infligía
a sus manos deformadas?
Cada vez,
al sumergirlas en el agua helada,
la viuda recortaba de la calle
espejismos alienados
para darles formas de hombres
con espuma de jabón.


Rosalía

Soñaba con ser azafata
y recorrer el mundo
vestida con un elegante uniforme
de alguna compañía aérea.
Su cara era muy bonita,
tal vez la más linda
que vimos en el aula de segundo grado
en la escuela pública de Nuestro barrio.
Rosalía se expresaba con dulzura
siempre lucía modales suaves
y sentimientos de bondad.
Nada más
para su edad
resultaba muy alta
y estaba pasada de peso.
Por eso fue objeto de burlas
y crueldades.
A Daniel, su hermano,
que entonces estaba en primer grado,
-sólo para que ella sufriera también
lo golpeaban.

Yo, por temor
a padecer junto a ellos,
festejé algunas brutalidades
a que los sometían.
Al comprender mi cobardía
lloré
por el dolor que alimenté.
Me pregunté
si a Jesucristo
también
así
lo hubiera entregado.
Cuando descubrí la respuesta
horrorizado
nunca más
como antes
pude dormir.


Petición

Sobre el agua
tan antigua
al otro lado de nuestro tiempo
te llamo
-música de lluvia sobre el jardín
en la noche solitaria
mi cuerpo
mi alma
te necesitan.


Al final

Lejos de la tarde
ella dijo despertar al dolor
al espanto
deseó no ser más que una voz
mezclada con el viento
deseó el olvido
de aquel espacio
y de aquellos días
hasta que otra memoria
en otro tiempo
tejiese su nueva existencia.

Poesías extraídas del libro “Sentir lo Argentino” del poeta Gualberto Gregorio Márquez, más conocido por su seudónimo “Charrúa” Edición 1943



Amanecer

Rompe la aurora en jirones
el cielo, que antes dormía,
y la primer luz del día
peina los sauces llorones;
cruzan los patos silbones
que anuncias ya la postura,
mientras puebla la llanura
algún caraú con su grito,
que al oído llega enterito
y entra en el alma con tristura.

La lejana serranía
se comienza a divisar,
y el sol que quiere asomar
tomará el mando del día;
pasa un chimango de espía
en vuelo como de trazos,
y allá entre el junco a retazos
brilla hermosa la laguna,
¡como si anoche la luna
se hubiera roto a pedazos!

La cuchilla contorneada
de macachines en flor,
muestra ese lazo de amor
que le ató la madrugada;
una nube festoneada
queda con tintes de grana,
que vaporosa y liviana
se va perdiendo en el cielo,
como si fuera un pañuelo
que ha olvidado la mañana.

Continúa seductora
silbando la martineta,
que allá entre el esparto inquieta
se despertó con la aurora;
el sol sube sin demora
todos los campos va bañando,
y mientras va evaporando
de los pastos el rocío,
yo tiro un recuerdo mío


Tata no quiere…

No te me andés empolvando
ni pintándote el hocico,
que no sos hija de rico
pa tanto andarte arreglando.
¡Andá a lavarte, te mando,
mirá como te venís!
¡Si tan sólo la nariz
te has dejao sin acomodo:
uñas, labios, ojos, todo…
y flaca como lombriz!

¡Hasta tu clina ha cambiao
quien sabe con qué mistura,
que has güelto de lo'e Ventura
de pelo alazán tostao!
Las cejas se te han raleao
y te has teñido el cachete;
¡tenés tanto colorete
que parecés un payaso
con cada taco machazo,
sin trenzas y de copete!

Por andar tan presumida
cuidándote la pollera,
hoy se mamó la ternera
y ahura quemás la comida.
Cuantito uno se descuida
de te encuentra arrinconada,
con tu herramienta platiada
tironeándote las cejas,
pero no ves las ovejas
que van pa la tierra arada!

Rejuntá tinta y enseres
y echálos a la basura,
y si reclama Ventura
decile: “Tata no quiere”.
O de no que sólo espere
qu'el fuego los aproveche,
que asigún cuenta Arbeleche
si así vas a la ordeñada,
extraña la Colorada
y escuende toda la leche!

Y aura traé a Eleuteria
pa que veng'a acompañarte
así podrás engordarte
porque has güelto a la miseria.
 Y no te me pongas seria
que mi cariño te ampara;
era más linda tu cara
cuando chica y revolcada,
te'iba a lavar la finada
para que yo te besara!


El cantor

Es la mente del cantor
raro pincel con que atina,
a pintar lo que imagina
o lo que bien observó;
capricho que en él florece
cuyos coloridos narra,
al compás de una guitarra
que entre sueños se forjó.


Tempranito

Ha recogido el pampero
con ráfagas matinales,
las acacias y sauzales,
donde ayer trinó el jilguero;
toca su diana el hornero
apenas ha amanecido,
y un ceibo grande y erguido
muestra su flor encarnada,
que tomó de la alborada,
su tinte rojo subido.


El mate

El mate es como un emblema,
signo de Patria, a mi ver,
y en manos de una mujer
resulta todo un poema;
resulta todo un poema
porque en los dos hay poesía,
es amigo cada día
y de tarde o mañanita,
es estilo, vidalita,
es himno en la tierra mía.

La más delicada mano
lo recibió del salón
y en la rueda del fogón
la del humilde paisano;
el mate es como un hermano
padre y abuelo a su vez,
compañero en la vejez
es amigo en la desgracia,
ejemplo de democracia,
modelo de sencillez.

Madrugó como un campero
con el peón más diligente,
y al patrón se hizo presente
al asomar el lucero;
él fue de todo estanciero
agasajo principal,
y en la puerta del corral
de la yerra en el fogón,
siempre estuvo el cimarrón
como un amigo cordial.

Se halla en todos los hogares
como cosa necesaria,
de allí escucha la plegaria
los llantos o los cantares;
según sean los lugares
sus bondades acrecienta,
en el barco las aumenta
y el arriero en viaje largo,
nunca olvida el mate amargo
que suple todo y contenta.

¡Y a cuántos en tiempo de pobreza
no será el mate que los ha nutrido,
cuando en horas de angustia ni han tenido
con qué servir los platos de su mesa!

El mate allá en los albores
de la patria nacía,
siempre estuvo en compañía
de nuestros libertadores;
con los gauchos defensores
anduvo en el regimiento,
y fue como voz de aliento
antes de entrar en combate,
por eso el gaucho y el mate
son dignos de un monumento.


Salpicando

En las épocas actuales
que tanto cambio se nota
y en que van como en derrota
hasta las clases sociales,
hay que evitar que los males
que las quieren corromper
destruyan lo que hasta ayer
esencia fue de cultura,
trebolar que en la llanura
no dejan hoy florecer.

Se va perdiendo el sentido
de Patria, lo que es peor,
como si ante un invasor
todo cayera rendido;
y aunque es derrumbe el descuido
algo se puede salvar,
bastaría reaccionar,
poner lo nuestro en la cumbre
y hacer de cada costumbre
como una especie de altar.

Se ve claro la agonía
de lo que es la tradición,
pues la despreocupación
la envuelve en nube sombría;
la varonil gallardía
baja también la pendiente
y en la juventud creciente,
lo dijo aquí con enojos,
¡hay quien se sombrea los ojos
y se hace la permanente!

Los varones de esa clase
no son, en verdad, varones,
y visten con pantalones
porque el sastre se los hace;
una ley que los arase
debe dictarse al momento
y, para más escarmiento,
como medida ejemplar,
mandárseles el anular
el acta de nacimiento.

Agréguese a todo esto
el escrúpulo menguado
de los que ante un negociado
el amor patrio han depuesto;
de los que desde alto puesto
practican la corrupción,
de los que no hacen cuestión
de ser o no caballeros,
llenándose de dineros
a expensas de la Nación.

Debe con mano pesada
castigarse con rigor
imponiendo sin tempo
la sanción más extremada;
no perdonársele nada
al que en lo indigno se embarca,
así ya sea un patriarca
quien pierde honor y decoro…
¡cuánto más grande es el toro
mejor le cabe la marca!


Mi escuela

Más escuela no he tenido
para mí instrucción campera
que la extensión toda entera
de mi suelo tan querido;
es en él donde he leído
lo que he logrado aprender,
pues bien se puede leer
en el suelo, con cariño,
aprendiendo desde niño
lo que de hombre hay que saber.

Yo deletreé en la cartilla
de nuestras cosas primeras,
en los ranchos, las taperas,
y en la volanta sencilla;
vi un plano en cada tropilla
de esos hombres aguerridos,
indicando recorridos
de distancias inmedibles,
cuando a ellos los imposibles
les eran desconocidos.

Yo leí en los pajonales,
en las sierras, lomas, llanos,
en las zarzas, los pantanos,
en el monte y los breñales;
yo aprendí de los zorzales
la expresión nativa y pura,
yo conquisté la hermosura
de mi suelo con amor,
y así cada estrofa es flor
que hoy me habita en la llanura.

Yo leí en los tajamares,
en los jagüeles, la noria,
a lo que hoy me es una gloria
dedicarle estos cantares;
son tratados seculares
que veo desaparecer,
en los que pude aprender
las cosas que en mí palpitan;
tratados que no se editan
pero en que se puede leer.

Yo he leído hasta en la luz
que besa la cortadera,
en la larga carretera
y del toro en el testuz;
en la gama, el avestruz
cuando hace una escaramuza,
en el tero, en la lechuza
que dicen tanto en su grito,
y “Patria” está como escrito
en el chiripá y en la blusa.

Aún leo en el prenderío
y galas del paisanaje,
como el memorial del viaje
del cariño a lo que es mío;
aún leo en el atavío 
de la china bien plantada,
y al cruzar una bandada
de patos o de cigüeñas,
leo memorias porteñas
que firma el sol de pasada.

Y sigo siempre constante 
en esa lectura bella,
de la vida por la huella
y lo nuestro por delante;
aprensa así el ignorante
en su propio suelo a leer,
aprenda para poder
hoy o mañana enseñar,
que el suelo nuestro es altar
y que la patria un deber.

Pintura de nada - Por Enrique Spinelli

En los 80, Ulises Garsú, célebre científico y farmaceútico balcarceño, desarrolló una pintura de nada. Su invento surgió con la intención de perfeccionar el “liquid paper”, un producto muy utilizado en aquellos años para “corregir” errores de escritura. Como todos saben, este líquido es una simple pintura blanca que tapa el error y uno escribe arriba. Garsú no podía tolerar semejante porquería y dedicó sus noches de guardia a desarrollar una pintura de nada. Esta pintura se aplicaba sobre el error y lo tapaba con nada: la hoja quedaba intacta como antes de escribir. Una verdadera maravilla.
La pintura Garsú corregía errores en papel y eliminaba manchas de birome, café con leche, vino y choripán, entre otras. La pintura tenía muchas aplicaciones; por ejemplo Soguita siempre llevaba un pañuelo embebido en pintura de nada, y en cuanto lo apuraba un uniformado, lo pasaba sobre sus anotaciones quinieleras e instantáneamente quedaba nada. Los pibes en la escuela boludeaban con la pintura y borraban los tallados de los bancos. Los pupitres quedaban impecables, todos iguales, todos con nada.
En el prospecto adjunto a la botellita de pintura de nada se detallaba cuidadosamente el modo de uso y alcances, previniendo expresamente que sólo podía utilizarse sobre tela o papel. Los problemas aparecieron cuando la gente comenzó a experimentar sobre otras superficies y objetos.
La pintura sólo tenía efectos sobre cosas inanimadas, pero por alguna extraña razón sí funcionó sobre la Sra. de Pilitegui, quien se borró las arrugas de la cara. Las arrugas desaparecieron, pero tuvieron marcárselas con fibra indeleble, porque en lugar de las arrugas quedó nada: era imposible saber si la Sra de Pilitegui estaba enojada, triste o sonriente.
Algunos sostenían haber conseguido aplicar la pintura sobre recuerdos. No los tapaba por completo, pero diluía amores a anécdotas, anécdotas a imágenes e imágenes a nada.
La pintura nos mostró una verdad inapelable: cualquier cosa que analicemos está bien para alguien y mal para otro. Así, Otro tomaba pintura y la cubría con nada. Algo que para nosotros está espectacular sin duda es considerado un error para otro. El banquito pedorro que hicimos con nuestras manos, será un valioso tesoro para nosotros, pero un error -una porquería- para un garca de traje. El nombre tallado en el pupitre era valioso para alguien, pero una inmundicia para la directora, quien lo tapó con nada. El precioso valiant de Marmorato era considerado una porquería por el Dr Pilitegui, que en un acto de crueldad infinita lo convirtió en nada mientras los muchachos estaban en un partido de la liga infantil.
Los muchachos del Alas no utilizaban mucho la pintura porque están bien orgullosos de sus errores; pero es honesto reconocer que algunas veces salieron con tachos de pintura de nada e hicieron alguna macanita. No dejaron ni una placa de bronce en las paredes del pueblo y en respuesta al acto de Pilitegui, le borraron la puerta de la caja fuerte y los picaportes de su Mercedes Benz.
Como todo es un error para alguien, la nada se fue apoderando de todo. Una nada sin alma, que se propagaba a través de gente común -ni mala ni buena- que oficiaba de vectores. De a poco sólo quedó nada. Todos vivíamos deambulando por la nada. Nada pasaba y nada podía pasar. Algo más monstruoso aún: mucha gente se sentía tranquila y segura en este estado.
Garsú advirtió la cagada que se había mandado. Utilizó la pintura de nada que le quedaba para borrar todas las anotaciones que pudieran ayudar a reproducirla y pintó todo el equipo de producción de la pintura. Borró así todo vestigio de la pintura de nada, que quedó reducida a nada. Restaba la tarea más formidable, la más heroica nunca realizada: obtener algo de la nada. Garsú trabajó incansablemente en la búsqueda de un antídoto, una pintura que removiera la pintura de nada y dejara lo original. Por suerte funcionó y volvieron a nuestras vidas las cosas, cosas que son bellas y necesarias para nosotros y consideradas errores por otros.
En un principio, tal vez medio pirado por el esfuerzo, Garsú se instituyó como un diosito y comenzó a aplicar su removedor de nada sólo donde él quería. Les cuento que Balcarce, visto con ojos de muchacho del Alas estaba precioso, pero los mismos muchachos lo convencieron para que dejara todo como estaba antes de su invención. Tranquilo y descansado, Garsú admitió que la filosofía del liquid paper no es tan mala: tapa, pero lo original queda. Aquello que surgió de nuestra primera intención permanecerá allí abajo, aletargado, esperando que algún revisionista raspe prolijo lo evidente para que aflore lo subyacente; mostrando que lo desechado no estaba tan mal; que hay errores bellísimos; que muchos errores nos llevaron por caminos que nunca se nos hubiera ocurrido transitar con la razón y la experiencia; que los hemos tapado precisamente por eso, porque no acuerdan con la razón: son dislates que no podríamos explicar. Muchas cosas que en su momento consideramos errores, hoy forman parte de nuestros aciertos. Descubrimos también que la mejor decisión no siempre es aquella que se puede justificar con la razón. Eso sólo sirve para tener alguien o algo a quien culpar si todo sale mal, pero no es suficiente; y nos priva del abanico de decisiones irracionales, de las contrainductivas, de las pasionales, de las locas, de todas estas que nos sacan de la autopista para hacernos felices. ¡Aguanten los errores! ¡Aguante fallar!

El venerable Veneranda Por Carlo Manzoni

El señor Veneranda se detuvo delante de la puerta del garaje de una casa, miró las ventanas oscuras y silbó varias veces como llamando a alguien. Un señor se asomó a una de las ventanas del tercer piso.
-¿No tiene llave? preguntó el señor, gritando, para hacerse oír.
-Sí, no tengo llave gritó el señor Veneranda.
-¿Y la puerta del garaje está cerrada? gritó nuevamente el señor asomado a la ventana.
-Sí, está cerrada contestó el señor Veneranda.
-Entonces le tiro la llave.
-¿Y para qué? preguntó el señor Veneranda.
-Para abrir la puerta del garaje respondió el señor asomado por al ventana.
-Está bien gritó el señor Veneranda. Si quiere que abra la puerta del garaje tíreme la llave.
-Pero ¿usted no vive aquí? preguntó el señor asomado a la ventana, que empezaba a no entender nada.
-¿Yo? No gritó el señor Veneranda.
-¿Y entonces para qué quiere la llave?
-Si usted quiere que le abra la puerta del garaje necesito la llave, ¿no es cierto? No puedo abrir esa puerta con mi pipa, ¿no le parece?
-Pero si yo no quiero abrir la puerta del garaje gritó el señor asomado a la ventana. Creía que usted vivía aquí. Lo oí silbar.
-¿Porque todos los que viven aquí silban? preguntó el señor Veneranda, gritando siempre.
-Si no tienen llave, sí respondió el señor asomado a la ventana.
-Yo no tengo llave gritó el señor Veneranda.
-¿Puede saberse por qué gritan tanto? No se puede dormir ululó un señor asomándose a la ventana del primer piso.
-Gritamos porque el señor está en el tercer piso y yo estoy en la calle  contestó el señor Veneranda. Si hablamos en voz baja no nos entendemos.
-Pero, ¿qué quiere usted? preguntó el señor asomado a la ventana del primer piso.
-Pregunte al inquilino del tercer piso qué quiere dijo el señor Veneranda. Todavía no he entendido: primero quiere tirarme la llave para que abra la puerta del garaje; después no quiere que abra la puerta del garaje; después dice que si silbo tengo que vivir aquí. En suma, todavía no he entendido. ¿Usted silba?
-¿Yo? ¡No! ¿Por qué tendría que silbar? preguntó el señor asomado a la ventana del primer piso.
-Porque usted vive aquí dijo el señor Veneranda. El tipo del tercer piso dice que todos los que viven en esta casa silban. ¡Bah! De todos modos eso no me interesa. Si se le antoja, silbe todo lo que quiera.
El señor Veneranda saludó con una inclinación de cabeza y continuó con su camino, murmurando que esa casa debía ser un asilo de locos.

Acerca de la observación de los roedores Por Celso Román

Llegaron diga usted el día miércoles a eso de las nueve de la mañana y parquearon frente a la casa de Marujita Nieto un microbús que se abría por los lados y quedaba como una casita lo más bonita.
Sacaron mesitas y asientos y nos sonreían a los niños que nos amontonábamos a mirarlos. Después armaron un andamio a la orilla del caño del río Salitre y pusieron encima las cámaras fotográficas, los filmadores y los reflectores y esperaron la salida de las ratas. En este barrio, a la orilla del caño, hay ratas de todos los colores, pero con el ruido de la multitud, curiosa e impertinente, ninguna se atrevía a salir. Entonces en jerigonza le dijeron al muchacho que les hacía de guía e intérprete, que nos pidiera el favor de corrernos más para allacito que los señores vinieron desde el otro lado del mundo a tomarles fotos a las ratas amarillas, azules, rojas, verdes y moradas que se crían entre estos caños de aguas negras, entre la basura y el cieno de albañal de estos barrios, “por favor aléjense, señores agentes de policía ¿por qué no colaboran con la
ciencia y ayudan a que la gente se mueva un poquito y que hagan algo de silencio? Eso sí, gracias, más para allacito, gracias.”
Pero las ratas tampoco salían. Entonces sacaron los panes, el queso, los bizcochos y el jamón y los pusieron a la orilla del caño, en la boca de las troneras con que las ratas habían acribillado el terraplén de tierra del canal. El aire se llenó como de una nube de olores nunca antes imaginados, un aroma que nos revolvía las tripas y nos hacía tragar baba y cómo sería que hasta los policías se relamían con los ojos así de grandes y cuando un niño se bajó corriendo y agarró un bizcocho, fue como si la multitud se hubiera puesto de acuerdo en que no me joda, cómo vamos a darles a las ratas eso tan rico y en la bajada tambaleó el andamio y al agua llena de mierda fueron a parar los místeres con cámaras y luces. Los policías se hicieron los de la vista gorda cuando le caímos al microbús y sacamos todos esos quintales de comida que nunca podemos comer. Ese mismo miércoles se fueron diga usted a las doce, refunfuñando y envueltos en la pestilencia de las aguas negras, quejándose de que con razón en este país no progresa la ciencia.

Reminiscencias Por Francisco Pascasio Moreno

El viejo cacique, a quien preocupaba mi presencia en los toldos, agravada por la denuncia traída por los proveedores de aguardiente chileno de que mi misión allí estaba lejos de ser de paz, quiso aprovechar la solemnidad del sitio y del momento para hacer públicos sus temores. Cerróse el círculo guerrero, pidió atención  ya habló en los siguientes términos:
“Dios nos ha hecho nacer en los campos, y éstos son nuestros; los blancos nacieron del otro lado del Agua Grande y vinieron después a éstos, que no eran de ellos, a robarnos los animales y a buscar la plata de las montañas. Esto dijeron nuestros padres y nos recomendaron que nunca olvidáramos que los ladrones son los cristianos y no nuestros hijos. En vez de pediros permiso para vivir en los campos nos echan y nos defendemos. Si es cierto que nos dan raciones, éstas son en pago muy reducido de lo mucho que nos van quitando; ahora ni eso quieren darnos y como se concluyen los animales silvestres, esperan que perezcamos de hambre. El hombre de los campos es demasiado paciente, y el cristiano demasiado orgulloso. Nosotros somos dueños y ellos son intrusos. Es cierto que prometimos no robar y ser amigos, pero con la condición de que fuéramos hermanos. Todos saben que se pasó un año, pasaron dos años, pasaron tres años y hace cerca de veinte que no invadimos, guardando compromisos contraídos. El cristiano ha visto las cartas de los ranqueles, y de los mamuelches, convidándonos al malón y sabe también que no hemos aceptado. Pero ya es tiempo de que cesen de burlarse de nosotros, todas sus promesas son mentiras. Los huesos de nuestros amigos, de nuestros capitanes, asesinados por los huincas blanquean en el camino a Choele  Choel y piden venganza y no los enterramos porque debemos siempre tenerlos presentes para no olvidar la falsía de los soldados.”
Está aún por escribirse la verdadera historia desprovista de pasión y cálculo, que establezca lo que haya de cierto respecto a las luchas contra el titulado salvaje, luchas que tuvieron episodios heroicos dignos de recordación por el pueblo, pero durante esa lucha se realizaron  matanzas inútiles de seres que, creyéndose dueños de la tierra, la defendían de la civilización invasora.
Es verdad que muchas de las poblaciones y estancias fronterizas fueron asoladas por el salvaje, pero en cambio, ¡cuántos de éstos fueron los ancianos, las mujeres y los niños que cayeron en las sorpresas de las tolderías realizadas por las tropas. En los deguellos, fusilamientos y atroces estaqueadas, víctimas de la soldadesca que obedecía e interpretaba, bien o mal, la orden o el gesto de un superior.
He hecho justicia al veterano del fortín, al joven oficial que se sacrificaba en el duro puesto del peligro diario, a algún jefe ecuánime, de vistas nacionales, pero el presente es el libro de la verdad y diré que mucho me felicito que sean pocos los que con buena pluma han referido lo que fue nuestra guerra fronteriza, durante medio siglo. Esta pobreza de cronistas deja en el olvido hechos meritorios, pero, felizmente, pasa por alto no pocos contrarios a la civilización cristiana.
A estos últimos no se les puede disculpar con la barbarie del nómade acosado por la ignorancia y las tentaciones extrañas, ni por razones de represalia, pues cayeron víctimas del rifle y del sable cien veces más guerreros indios de aquellos y “chusma” que soldados y pobladores por la lanza y boleadoras. Y, sobre todo, a la mano se tenían los medios de someter pacíficamente a los que se resistían al despojo por medio de la sangre. Nadie ignora que con mucha frecuencia era el mismo traficante quien alentaba en el indio su inclinación al robo para aprovechar su producto, sin importarle el incendio y la matanza que lo acompañaba.
Pensando en el pasado y en el futuro, en las razas extintas de esos lugares, después cementerios, y en las que le sucederán, reflexionaba yo que la fuerza del arado que abre la tierra sedienta era la única arma necesaria para conquistar el val

El patriota ingenioso Por Ambrose Bierce

Después de haber obtenido una audiencia con el Rey, un Patriota Ingenioso sacó un papel del bolsillo y dijo:
-Dios bendiga a Su Majestad. Aquí tengo una fórmula para construir una armadura blindada que ningún cañón podrá perforar. Si esta armadura es adoptada por la Armada Real nuestras naves de guerra serán invulnerables y por ende invencibles. Aquí también están los informes de los Ministros de Su Majestad atestiguando los méritos de la invención. Cederé lo derechos sobre ella por un millón de tumtums.
Después de examinar los papeles, el Rey los hizo a un lado y le prometió una orden para el Ministro Tesorero del Departamento de Extorsión por un millón de tumtums.
-Y aquí -dijo el Patriota Ingenioso, sacando otro papel de otro bolsillo- están los planos de un cañón que he inventado que puede perforar esa armadura. El hermano real de Su Majestad, el Emperador de Bang, está ansioso por adquirirlo, pero mi lealtad hacia el trono de Su Majestad y hacia su persona me obligan a ofrecerlo a Su Majestad. El precio es de un millón de tumtums.
Después de recibir la promesa de otra letra introdujo la mano en un bolsillo diferente a los dos anteriores y remarcó:
-El precio del cañón irresistible debió haber sido mucho mayor, Su Majestad, pero el hecho es que los misiles pueden ser tan efectivamente desviados por mi nuevo método de tratar las armaduras blindadas con...
El Rey indicó al Gran Factotum que se aproximara.
-Revisa a este hombre -le dijo- y dime cuántos bolsillos tiene.
-Cuarenta y tres, señor -dijo el Gran Factotum, completando su escrutinio.
-Dios bendiga a Su Majestad -gritó el Patriota Ingenioso, aterrorizado-. Uno de ellos contiene tabaco.
-Sosténganlo por los tobillos y sacúdanlo -ordenó el Rey-, luego denle una orden por cuarenta y dos millones de tumtums y mándenlo a decapitar. Emitamos un decreto castigando la ingeniosidad con la pena capital.

LA VOZ DEL VAGÓN Por Jorge Dágata

para los chicos de los Amigos del Riel, de los dos lados de la vía, que son uno.


      Eran tres amigos que siempre regresaban juntos de la escuela y se demoraban un rato en el andén de la estación abandonada. Jugaban sobre el piso desparejo, terminaban algunas de las golosinas que les habían quedado esa tarde y se iban a curiosear en un vagón que estaba cerca, en una vía muerta.
      Cecilia, la de los ojos vivaces y el pelo sujeto por una vincha dorada; José, el más alto de los tres, el que tomaba la iniciativas, y su hermanito Luis, que ese año había comenzado la escuela y nunca quería volver temprano a su casa.
 Sabían que en el vagón vivía un matrimonio, pero apenas los habían visto alguna vez, porque los dos salían de mañana y no retornaban hasta que caía el sol.
      Una tarde de invierno, mientras rondaban por ahí, José insistía para que Luis lo siguiera: oscurecía, era hora de estar en casa. Cecilia se reía de la eterna pelea y acomodándose la vincha, parada en un travesaño, les gritaba:
      -¡Yo puedo volver a la hora que quiera! ¡Porque no tengo miedo!
      De pronto, chirrió la puerta de chapa del vagón, se movió lentamente y asomó por la abertura un hombre, con un papel muy pequeño en su mano.
      Cecilia corrió a esconderse detrás de José, Luis quedó paralizado junto a la puerta, cambió de inmediato su deseo de siempre y sugirió muy bajito a su hermano:
      -¡Vamos!  ¿Es tarde, no?
      El hombre los recorrió con la mirada, dijo unas palabras de saludo que se perdieron en el aire frío y extendió a Luis el papelito. Pudieron entender lo que pedía: que se lo leyera.
      El más chico se encogió de hombros. Su hermano se acercó, miró con atención y deletreó una palabra y un número. El hombre le dio las gracias, cerró la puerta de chapa y se alejó por las vías rumbo a la ciudad.
      José se dobló en dos de la risa. Luis, pasado el peligro, cambió de nuevo su decisión y pidió quedarse a jugar un rato más, ya que no estaba tan oscuro después de todo.
 Cecilia preguntó:
      -¿Y no decía nada más el papel?
      José le contestó, entrecortado por la risa que no podía parar:
      -No… Ja, ja… Una palabra y un número, una dirección, bah.
     Los tres se rieron más cuando agregó:
      -¡Y cómo lo iba a leer, si lo estaba mirando al revés!
      Ya había anochecido casi por completo y desde el bulto de sombra del vagón oyeron una voz muy clara:
      -No se rían de lo que otros no saben, porque también ignoran la mayoría de las cosas, y se estarían riendo de ustedes mismos.
       Esa vez corrieron a sus casas, sin más discusiones ni burlas.
      Desde entonces siguieron jugando en el andén, pero rara vez llegaban hasta el vagón abandonado. Cecilia había pensado que la voz sería de la mujer, que el día del papelito debía estar adentro, y Luis, con gesto un poco triste, había agregado:
      -Bueno… yo tampoco pude leerlo, porque todavía no sé.
      Unos días después, estaban sentados alrededor de un pañuelo que Cecilia desplegó en el piso para que reunieran las últimas golosinas y pudieran compartirlas. Los ojitos de ella cada tanto se desviaban hacia el vagón y mandaban unos destellos de dudas, pero alrededor sólo se escuchaba el sonido lejano de los autos y el aleteo tranquilo de las palomas recogidas en sus nidos del alero.
      La puerta de chapa volvió a chirriar. Esta vez salió la mujer y los saludó, con una voz muy distinta de la que ellos le habían adjudicado el día del papelito. Se detuvo un momento al pasar junto al grupo y les pareció que miraba con insistencia al pañuelo, en el que ya quedaba muy poco. Apretó bajo el brazo una bolsita vacía y siguió camino a la ciudad, meneando la cabeza mientras murmuraba algo que no alcanzaron a escuchar.
      -¡Qué flaca es! observó Cecilia-. Mi mamá tendría que pedirle la dieta que hace, porque las de las revistas no le dan mucho resultado. Los tres volvieron a reír con ganas, mientras daban a las palomas las últimas migas.
      La misma voz de antes se oyó, clara, desde el vagón solitario:
      -No se burlen de la pobreza de otros, porque mañana puede ser la de ustedes. Tengan en cuenta cómo vinieron al mundo y sepan que así tendrán que irse.
       El pañuelo quedó abandonado y nunca, que recordaran, tardaron tan poco en llegar a sus casas.
      Esa vez, ninguno de los tres pudo resolver el misterio del origen de la voz.
     Unos meses más tarde, sin que tampoco pudieran explicárselo, el vagón se incendió y el matrimonio desapareció. Los tres amigos jugaron entre las maderas oscurecidas por el fuego, se escurrieron por los huecos que se habían formado en las paredes y se colgaron de los restos del techo hasta hacerlos caer.
      Con algunos empujones y patadas, lo que quedaba en pie terminó por derrumbarse y desde entonces ya no vieron más que un esqueleto triste y a través de él la soledad infinita del campo.
       Bromeaban y se reían de aquel fantasma ridículo que dos veces los había asustado, pero ya no podría hacerlo nunca más. José le arrojó una piedra. Las maderas temblaron y por tercera vez, desde el interior vacío, una voz se dejó oír:
       -No se rían de las desgracias ajenas, no ayuden a destruir lo que pueda servir a otro; todos vivimos en un mismo hogar, que es el mundo, y el daño que le hacemos volverá para lastimarnos.
       Una paloma se revolvió en el alero y los tres se marcharon esa tarde con las mochilas al hombro, ya sin miedo, como si de golpe hubieran crecido años.
       Cecilia, José y Luis terminaron la escuela y no volvieron al andén.
      Un día, después de mucho tiempo, los hermanos se pusieron de acuerdo para recorrer la ciudad. Buscaban dos terrenos donde construir sus casas y deseaban que estuvieran cerca uno del otro, para poder visitarse y ayudarse cuando se necesitaran.
       Sin proponérselo llegaron a la vieja estación de trenes, donde todo había cambiado.  El andén estaba rejuvenecido y un vagón como aquel que habían conocido en sus vueltas de la escuela, pero entero y recién pintado, lleno de luz y vida, se hallaba estacionado cerca de la calle.
       Mucha gente lo rodeaba y desde la escalinata una banda de dos chicos y una chica hacía sonar sus instrumentos con una música ruidosa aunque agradable.
       Como si no estuvieran viviendo en la realidad sino en un cuento, entre todas las cabezas descubrieron una que reconocieron: tenía el cabello sujeto con una vincha dorada.
       El reencuentro con Cecilia fue alegre y muy emocionante. Se contaron cómo habían sido sus vidas desde los días en que demoraban el regreso de la escuela y no podían menos que recordar esa voz tan extraña que los había asustado. Se rieron de sus miedos de entonces, sin saber que otra sorpresa mayor los estaba esperando.        

      Los músicos hicieron una pausa y luego cantaron:
  

No te rías jamás de la ignorancia:
el mundo es un misterio
y así vivas el doble de tus años
apenas rozarás en sus secretos.

No te burles jamás de la pobreza:
es dolor que debiera conmoverte,
como el llanto en que naces,
como la desnudez en que algún día mueres.

Nunca arrojes tu piedra contra un nido,
ni desprecies el pan con que te nutres.
Si alzas la mano con vigor, que sea
la mano que construye.


            Los tres amigos comprendieron que no sólo habían regresado para reunirse en un lugar conocido, sino que también estaban reviviendo los años de la niñez. Luis dijo, como al descuido, que quería volver temprano a su casa. Los otros dos pensaron cuánto había cambiado, cuántas cosas eran tan distintas ahora, pero también cuántas seguían igual. Se sonrieron, porque lo entendían sin necesidad de decirlo.
            La voz del vagón cantaba:

               No lo olvides: la vida es un misterio

                 y todo lo que hagas te será devuelto.

Alejandra Pizarnik (1936 1972)

Era hija de inmigrantes judíos de origen ruso y eslovaco, que se dedicaban al comercio de joyería. Creció en un barrio de Avellaneda. 
Su infancia fue muy complicada debido al rechazo de su cuerpo y su continua comparación con su hermana. Es posible que por esta razón comenzara a ingerir anfetaminas -por las que pronto desarrolló una fuerte adicción-, que le provocaban prolongados períodos con trastornos del sueño, euforia e insomnio. Alejandra padecía lo que se conoce como trastorno límite de la personalidad.
Sus temas giraban en torno a la soledad, la infancia, el dolor y, sobre todo, la muerte.
Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París donde entabló amistad con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz, entre otros, siendo este último el prologuista de “Árbol De Diana” (1962), su cuarto poemario.
Regresó a Buenos Aires en 1964, publicando sus poemarios más importantes: “Los Trabajos y Las Noches” (1965), “Extracción De La Piedra De La Locura” (1968) o “El Infierno Musical” (1971).


A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo, desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas

A los niños muertos


MADRUGADA 

Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.


AGUA DE LUMBRE

Sí. Llueve...
el cielo gime montones desteñidos
sombras mojadas recogen sus trozos
cavidades barrosas tremendas
mezquinas gotas de agua sulfurada
si bien no sé cómo recojo las masas
de ver si me agita la pálida lumbre
tremendo espesor de perros y gatos
las gotas siguen


CENIZAS 

La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo mañana
Porque a Ti te...

La noche sufre.


LA JAULA 

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
/y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.


Emily Dickinson, la poeta solitaria.

Poeta norteamericana (1830 - 1886).  Hija y nieta de importantes figuras políticas e intelectuales, fue educada en un ambiente que la convirtió en una persona solitaria y nostálgica. Durante su vida rara vez salió de casa y sus amistades fueron escasas; sin embargo, entre las pocas personas que frecuentó, tuvo especial aprecio por el Reverendo Charles Wadsworth,  quien tuvo un impacto enorme sobre sus pensamientos y su poesía. Aunque su producción poética fue muy amplia, sólo fue editada en 1890 después de su muerte.
En 1958 se publicó una edición en tres volúmenes de su correspondencia y  la edición completa de su poesía, con la puntuación y estilo tipográfico originales, no se publicó hasta 1960. En 1958 se publicó una edición en tres volúmenes de su correspondencia. 


Bueno es soñar. Despertar es mejor...


Bueno es soñar. Despertar es mejor
si se despierta en la mañana.
Si despertamos a la media noche,
es mejor soñar con el alba.
Más dulce el figurado petirrojo
que nunca alegró el árbol,
que enfrentarse a la solidez de un alba

que no conduce a día alguno.


Coloquio

Había muerto yo por la Belleza;
me cercaban silencio y soledad,
cuando dejaron cerca de mi huesa
a alguno que murió por la Verdad.

En el suave coloquio que entablamos,
vecinos en la lúgubre heredad,
me dijo y comprendí: Somos hermanos
una son la Belleza y la Verdad.

Y así, bajo la noche, tras la piedra,
dialogó nuestra diáfana hermandad
hasta que el rostro nos cubrió la hiedra
y los nombres borró la eternidad.


Poema 288

¡Yo soy nadie! ¿Quién eres tú?
¿También eres nadie?
Entonces hay un par de nosotros ¡No lo digas!
Ellos nos desaparecerían, lo sabes.
¡Qué aburrido ser alguien!
¡Qué público, como una rana
Decir tu nombre todo el santo día
A un admirativo pantano!


La sortija

En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido y bello.
Y me dormí sobre la yerba fina.

Al despertar miré sobresaltada
mi mano pura entre la tarde clara.
La sortija entre mi dedo ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
es un recuerdo de color dorado.


Pequeñez

Es cosa tan pequeña nuestro llanto;
son tan pequeña cosa los suspiros...
Sin embargo, por cosas tan pequeñas
vosotros y nosotras nos morirnos.


Poema 1263

No hay mejor fragata que un libro
Para llevarnos a tierras lejanas
Ni corcel como una página
De saltarina poesía
Esta travesía la puede hacer el más pobre
Sin la opresión del peaje
Cuán frugal es el carro
Que lleva el alma humana.


Vida

Si logro salvar un corazón de romperse,
no viviré en vano;
si logro borrar de una vida el dolor,
o enfriar una herida
o ayudar a un esfumado petirrojo
a regresar a su nido de nuevo,
no viviré en vano.


Selección

De las almas creadas
supe escoger la mía.
Cuando parta el espíritu
y se apague la vida,
y sean Hoy y Ayer
como fuego y ceniza,
y acabe de la carne
la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan
todos la frente viva,
y se rasgue la bruma...
yo diré: Ved la chispa
y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla.

CONTATE UN CUENTO - Mención de honor de categoría “B” - Por Manuel Clemente

El milagro

Alumno de 4º año de Escuela de Educación Secundaria Nº 3 “Carmelo Sánchez”

Ya corrían 46 segundos y el tiempo se consumía más rápido que nunca. Pero yo realmente no sabía si iban 15 o 120, el cansancio no me dejaba ni pensar, ya había perdido noción del tiempo. Me acerqué a la media luna del área, apoyé mis manos sobre mis rodillas y respiré agitadamente. Después,  miré alrededor, ahí estaban, mis amigos, esos compañeros del alma que me habían acompañado en el mismo sacrificio que ahora me pasaba factura. Sus caras también mostraban cansancio, pero siempre con esas miradas, que me decían, que lo íbamos a ganar. No sabía cómo, no sabía por qué, nunca fuimos habilidosos ni físicamente superiores, ni teníamos ninguna ventaja deportiva que nos hiciera acreedores de esa convicción. Pero son esos días que nada puede salir mal y uno simplemente sabe, sabe que lo va a lograr contra todo pronóstico.
   Nacho me miró, lo miré y me hizo una seña como diciéndome: “Lo tiro yo”, a lo cual asentí .Con el viento en contra y el cansancio acumulados de todos, me pareció ideal, el todavía tenía un resto.
  Me erguí, Nacho acomodó la pelota en el  triángulo pintado con cal, al lado del banderín de corner. Después de tanto amagar  el cielo rompió a  llover, lo cual agradecí enormemente, por lo pesado que estaba el día, y porque no hay nada más hermoso que jugar al fútbol bajo la lluvia.
  Al lado mío estaba Lucio, que seguramente iría a buscar el cabezazo al área, y un poco más atrás Julián, ése que podríamos llamar nuestro jugador “habilidoso”, rápido y con una derecha prodigiosa, pero ojo, también solidario en el juego y una gran persona. Esperaba el rebote en las puertas del área.
    Amigos, eso éramos, amigos nada más, siempre habíamos tenido las de perder, y muchas veces así resultaba finalmente, pero no hay nada más lindo que jugar con tus amigos al deporte de tus amores, bueno quizás jugar en la lluvia.
    El árbitro hizo sonar el silbato y con un esfuerzo enorme Nacho mandó la pelota al área. El centro se cerró un poco y fui al encuentro de la pelota desenfrenadamente;  cuando estuvo a poco más de medio metro salté lo más alto que pude, llegué a sentir el viento que con ella traía, pero justo en ese momento el 2 de ellos me anticipó y logró rechazar. Caí, mi corazón se sintió destrozado por un segundo, no podía explicar cómo habíamos aguantado ese partido sin que nos metieran un gol. Nuestros contrincantes  jugaban como los dioses, y ahora dejaba pasar esta oportunidad celestial de ganar el partido. No, no podía ser, simplemente no podía ser, la mayor de las injusticias, pensé.
Pero, paré, me levanté, miré atrás, estaba Fede , aunque yo ni siquiera me había percatado de su presencia, esperando la pelota rechazada por su defensor. Nunca fue un tipo de hacer goles y distaba mucho de ser habilidoso, pero sabe Dios por qué se encontraba en ese momento tan crucial e importante, en ese lugar, con la oportunidad de  cambiar el curso de las cosas. La pelota se acercó a él casi en cámara lenta. Se acomodó, para tomarla bien de derecha. La empalmó con la totalidad del pie, con lo que se dice el “empeine” y majestuosamente salió disparada en dirección al arco rival, y en lo que me parecieron siglos, la misma viajó a través de los jugadores que se encontraban en el área, elevándose a cada paso, surcando el viento sin que nada la inmute. Esbocé una sonrisa. La pelota, esa hermosa circunferencia perfecta que causa alegrías con sólo tenerla entre los pies, se colocó en el segundo palo del arquero, impactó el palo con fiereza descomunal y por último infló la red del arco. Esta será una  de las imágenes más hermosas que me llevo de esta vida. Corrimos a abrazarlo, decir que a algunos se les caían las lagrimas era poco, casi todos llorábamos. Lo levantamos entre todos. Dios existe pensé, y mientras la lluvia me hacía más y más pesada la ropa y me empapaba la cara grité: ¡Dios existe! Porque cosas tan maravillosas e improbables sólo pueden ser calificadas como un milagro.

LEY DE VAGOS - Año 1860 (Compilación)

Trascripción de la copia facsimilar existente en el Palacio de San José, Museo y Monumento Nacional Justo José de Urquiza.

 Sección del Interior - La Cámara Legislativa de la Provincia de Entre Ríos sanciona con fuerza de LEY.
PÁRRAFO I
Clasificación de los Vagos
Art. 1. Serán considerados vagos simplemente para los efectos de esta ley.
1. Las personas de uno y otro sexo que no tengan renta, profesión, oficio u otro medio lícito con que vivir.
2. Los que teniendo oficio, profesión ó industria, no trabajan habitualmente en ella, y no se les conocen otros medios lícitos de adquirir su subsistencia.
3. Los que con renta, pero insuficiente para subsistir, no se dedican a alguna ocupación lícita y concurren ordinariamente a casas de juego, pulperías ó parajes sospechosos.
Art. 2. Serán considerados vagos con circunstancias agravantes:
1. Los comprendidos en el Art. anterior que entrasen en alguna oficina pública ó casa particular, sin el permiso respectivo.
2. Los que se disfracen ó tengan armas ó ganzúas u otros instrumentos propios para ejecutar algún hurto ó penetrar en las casas.

PÁRRAFO II
Procedimientos contra los Vagos
Art. 3. Los que se hallen en los casos del Art. 1º serán amonestados por las autoridades a que se dediquen a alguna ocupación útil, dentro de un breve término- Esta amonestación será hecha en presencia de dos vecinos.
Art. 4. Si pasados ocho días después de la amonestación, de que habla el Art. anterior, el vago de cualquier sexo no hubiese tomado ocupación y persevere en la vagancia, será aprehendido por el Comisario de seguridad respectivo, y con una nota información del hecho, remitido al Jefe Político del Departamento.
Art. 7. Concluido el Sumario el Juez de Paz se asociará á dos Alcaldes de Cuartel para dictar sentencia que será inapelable si es uniforme. En caso contrario, habrá apelación al Juez de 1º Instancia.
Art. 8. Dictada la Sentencia condenatoria, y transcurridos tres días sin haberse presentado la fianza de que habla el Art. 15º, se pondrá al vago a disposición del Jefe Político, para que cumpla la corrección que se le impusiese.

PÁRRAFO III
Destino de los vagos
Art. 9. Los simplemente vagos serán destinados a trabajos públicos por el término de tres meses.
Art. 10. Las mujeres vagas serán colocadas por igual término al servicio de alguna familia mediante un salario convenido entre la Autoridad y el patrón.
Art. 11. Los vagos con circunstancias agravantes, serán destinados a trabajos públicos por el término de cuatro meses hasta un año.
Art. 12. Cuando el vago de que habla el artículo anterior, resulte reo de algún delito común, su calidad de vago se tendrá en cuenta para agravar la pena en que hubiese incurrido, según las leyes.
Art. 13. En caso de reincidencia, el tiempo a que hubiese sido condenado se aumentará hasta el duplo del q' señala el Art. 3º para los vagos simplemente y duplo del máximum para los con circunstancias agravantes; y si aun reincidiesen, serán destinados por tres años al servicio de las armas.
Art. 16. En ningún caso se admitirá la fianza, de que habla el art. anterior, tratándose de vagos reincidentes ó con circunstancias agravantes.
Art. 17. La papeleta del patrón ó de la autoridad será un antecedente favorable al acusado.
Art. 18. Concluido el término de condena, el vago quedará sujeto a vigilancia de las autoridades por un término igual al de la corrección sufrida.
Art. 20. Quedan en vigencia las disposiciones sobre la material, en cuanto no se opongan á la presente ley.
Art. 21. Comuníquese al P.E.

Sala de Sesiones, Uruguay, Octubre 5 de 1860
Manuel A. Urdinarrain Baldomero García Quirno Secretario Uruguay, octubre 8 de 1860.
Promúlguese como ley de la Provincia, comuníquese a quienes corresponde y dése al R.G. -  URQUIZA - Luis J. de la Peña - Ricardo López

Del libro “MORAL Y POLÍTICA” Por Albert Camus

CAPÍTULO III

Se habla mucho de orden en estos momentos. Es que el orden es algo bueno que nos ha hecho mucha falta. A decir verdad, los hombres de nuestra generación no lo han conocido y siente por él una especie de nostalgia que les hubiera hecho cometer muchas imprudencias si no hubieran tenido, al mismo tiempo, la certeza de que el orden debe confundirse con la verdad.
Esto los vuelve algo desconfiados y difíciles de contentar acerca de las pruebas de orden que se les propone.
Pues de orden es también una noción oscura. Hay distintas clases de órdenes. Está el que sigue reinando en Varsovia, está el que esconde el desorden y el que se opone a la justicia, caro éste a Goethe. Está también ese orden superior de los corazones y de la conciencia que se llama amor, y ese orden sangriento en que el hombre se niega a sí mismo, y que se alimenta del odio. Quisiéramos, entre todo esto, distinguir el orden justo. Evidentemente hoy se habla del orden social. Pero ¿el orden social es sólo la tranquilidad en las calles? No es seguro, pues todos hemos tenido la impresión, durante estas desgarrantes jornadas de agosto, que el orden comenzaba precisamente con los primeros disparos de la insurrección. Bajo una apariencia desordenada, las revoluciones llevan consigo un principio de orden. Este principio reinará si la revolución es total. Pero, cuando las revoluciones abortan o se detienen a mitad de camino, un gran desorden monótono se instaura por muchos años.
¿Es orden, al menos, la unidad de gobierno? Ciertamente no se puede prescindir de ella, pero el Reich alemán había obtenido esa unidad y no podemos decir, sin embargo, que la haya dado a Alemania su orden verdadero.
Quizás la siempre consideración de la conducta individual nos ayude. ¿Cuándo decimos que un hombre ha puesto orden en su vida? Es necesario para ello que se haya puesto de acuerdo con su vida y que haya conformado su conducta a lo que cree verdadero. El rebelde que, en el desorden de la pasión, muere por una idea que ha hecho suya, es en realidad un hombre de orden porque ha ordenado toda su conducta según un principio que le parece evidente. Pero nadie podrá jamás hacernos considerar como hombre de orden a ese privilegio que hacer sus tres comidas diarias durante toda su vida, que tiene su fortuna invertida en valores seguros, pero que se mete en su casa cuando hay disturbios en la calle. Es tan sólo un hombre de miedo y de ahorro. Y si el orden francés debiera ser el de la prudencia y la sequedad de corazón, estaremos tentados de ver en él el pero desorden, porque, por indiferencia, permitiría todas las injusticias.
De todo esto podemos inferir que no hay orden sin equilibrio y sin armonía. En cuanto al orden social, será un equilibrio entre gobernantes y gobernados. Y esa armonía debe lograrse en nombre de un principio superior. Ese principio es, para nosotros, la justicia. No hay orden sin justicia, y el orden social de los pueblos reside en su felicidad.
El resultado es que no se puede invocar la necesidad de orden para imponer la propia voluntad, pues de ese modo se toma el problema al revés. No se debe exigir orden para gobernar bien, sino que hay que gobernar para lograr el único orden que tiene sentido. No es el orden el que refuerza la justicia, sino la justicia la que da su certeza al orden.
Nadie tanto como nosotros puede anhelar este orden superior en el que, en una nación en paz consigo misma y con su destino, en el que el obrero podrá trabajar sin amargura ni envidia, en el que el artista podrá crear sin atormentarse por la desdicha del hombre; en el que, en fin, cada ser humano podrá meditar, en el silencio de su intimidad, sobre su condición. No sentimos ningún placer perverso por este mundo de violencia y de disturbios, en que lo mejor de nosotros se agota en una lucha desesperada. Pero, como ella está iniciada, creemos que hay que llevarla a término. Sabemos también que hay un orden que no queremos, pues consagraría nuestra renuncia y el fin de la esperanza humana. Es por ello que, aunque profundamente decididos a colaborar en la instauración de un orden justo, sépase también que estamos decididos a rechazar para siempre la célebre frase un falso gran hombre y a declarar que preferiremos eternamente el desorden a la injusticia.

Extraído de la revista Combat, 12 de octubre de 1944.

AQUELLA CITA Por Curro Sevilla - Alhóndiga- Guadalajara, España

Quedamos aquella tarde
para vernos por la noche.

La media luna menguante
fue testigo de las voces,
mientras el sol se escondía
dejando estela de bronce.

En el café de la cita
estaban dando las doce,
murmullo de gente suena
sin observar los relojes,
allí yo estaba esperando
oír tus templadas voces,
de un “hasta luego” cansado
y de un adiós, que se esconde.

Senderos de incertidumbre
y moribundos faroles,
yo caminaba tranquilo
de la mano de la noche.

Me hago pregunta de celos
y la conciencia responde,
que cuando tú te marchaste
sabías bien, cómo y dónde
podrías de nuevo hallarme
en el café de las doce.

Por la calle la amargura
vi que brillaba tu nombre
junto a corazón partido
marchito de sangre y flores,
con un sobrenombre anónimo
que a ningún grito responde.

Y dándote por perdida
alcé mi vista a las torres,
donde se mira mi alma
en un mar de corazones.

Acúsame de todo lo que quieras Por Beatriz Ojeda-Montevideo

Acúsame de todo lo que quieras
acúsame diez veces
si esto te conforma.

Acúsame
de ser una bengala disparada
de armar los días más cortos que las noches
de embriagarme de luna y de silencios
de acostarme de día
de vivirme en las sombras.

Acúsame
de oscurecerte la mirada
de mirarte profundo con mi fuego candente
y quemarte tu alma detestable farsante.

Acúsame de todo lo que quieras
acúsame diez veces
si esto te conforma.

Acúsame
de verte con los ojos dormidos
de esperar la carroza de los años felices
de correr las cortinas cuando entre la aurora
de ponerme antifaz
cuando voy a la cama.

Acúsame
de continuar indiferente
de escribir en tus labios varios besos vacíos
de fingir en tus brazos el amor que sentía.

Acúsame
de todo lo que quieras
ya no importa saber quien estuvo en mi cama
ni que historia perversa estarás calculando
yo ya sé que en tu alma ya no estoy habitando
ni me impone la vida ser tu fuego sagrado.

Acúsame
si puedes soportarlo
que faltaré a tu entierro
que no estaré contigo cuando llegue la parca
que ya me voy armando una inmensa fogata
juntando leños nuevos que iluminen mi paso.

CONTATE UN CUENTO V - GANADOR CATEGORÍA C - Por Lucia Aranaga


OLEG Y EL DOMOVOI
Alumna de 5º año de Escuela de Educación Secundaria Nº 3 “Carmelo Sánchez”
   
Mamá Anya había dado una orden por lo que Oleg se levantó de su banco y corrió hacia fuera de la casa. Lo único que debía hacer era tomar el jarrón que se encontraba afuera y venderlo en el mercado, pero había un problema: halló dos. Por miedo a equivocarse de jarrón tomó ambos y se fue al mercado. Por cada uno  obtendría  3 rublos y con esto debía comprar pan suficiente para la cena de varios días.
   Al volver notó que algo andaba mal. De repente la mitad de las cosas que se necesitaban se habían perdido, los animales estaban sueltos y el espantapájaros del jardín dormía en los pastizales  por lo que los pájaros se comían los cultivos. Mientras mamá Anya se enojaba con una gallina que picoteaba migas dentro de la casa, la abuela Helen llamaba al Domovoi. ¡El Domovoi! ¡Era increíble que la abuela siguiera creyendo en eso! A Oleg le parecía ridícula la idea de que un espíritu de sus antepasados cuidara la casa como si fuera un gnomo o un perro guardián. Aún así la abuela Helen, que era muy vieja e inteligente sabía que el Domovoi del hogar, por alguna razón, ya no estaba. En medio del descontrol Yákov, el padre y dueño de la casa, llegaba de su trabajo. Al ver el gran desastre desatado, con mucha prisa salió al jardín a llamar al Domovoi, temiendo que éste se pudiera haber marchado luego de haber peleado con otro Domovoi vecino. Mientras todos corrían llamando al protector, Oleg sólo pensaba en lo rico que se veía el pan de la cena y a qué hora iban a comer. Pero si  mamá Anya buscaba al Domovoi, nadie cocinaría y por lo tanto Oleg no podría comer el pan por lo que se propuso ayudar a buscar el ser inexistente esperando que se cansaran y al fin pudieran hacer la cena.
De nada sirvió buscar en el granero, entre los caballos, en los cultivos, hablar con cada planta, cada herramienta y cada vecino sobre el  Domovoi perdido. Oleg no estaba seguro ni siquiera de cómo era por lo que le preguntó a su abuela sobre la forma física del espíritu. Según Helen, la última vez que lo vio fue antes de que falleciera el abuelo, ya que sólo así se presentaba en su verdadera forma. Era un hombre, con manos peludas y larga barba, que reía como un niño y lloraba casi un río cuando estaba triste, pero sólo sucedía si alguien enfermaba o alguien estaba por morir. El resto de las veces tomaba forma de objetos cotidianos que le llamaran la atención, a veces sólo para hacer bromas o jugar, o de animales como gatos o pájaros, pero siempre estaba dentro de la casa o en sus alrededores por lo que si aparecía un animal de la nada y luego desaparecía seguramente era él disfrazado. Ahora Oleg sospechaba hasta del tapete de la entrada, por lo que lo miró fijo un largo rato esperando a que se moviera, pero era sólo un tapete.
Llegó la hora de la cena y mamá Anya notó la  gran cantidad de pan que había. Inmediatamente   le preguntó a Oleg cómo había obtenido tanto por sólo 3 rublos. Sobre la mesa había  el doble de lo que había comprado la última vez. Entonces Oleg admitió que había vendido 2 jarrones idénticos en el mercado. Mamá Anya ,quien se había quedado sorprendida, aseguró que no había dos  jarrones cuando ella salió. Oleg abrió grandes los ojos y recordando lo que su abuela le había dicho, corrió hacia el mercado con sus ahorros, esperando volver antes que su mamá se diera cuenta de lo que había hecho. Buscó por todas partes al comprador de los jarrones, el dueño de un bazar de objetos, quien le aseguró que había vendido ambos jarrones al zapatero que vivía a 3 kilómetros del mercado. Fue a la casa del zapatero y éste admitió haber comprado ambos jarrones, no obstante uno se los regaló  a su prima y otro a la vecina. Fue a la casa de ésta pero había roto el jarrón cuando perseguía a su mascota por la casa, así que sólo quedaba un jarrón: el Domovoi. Emprendió camino hacia la casa de la prima del zapatero y le pidió por favor ver el jarrón que le habían regalado y le explicó la situación.Asombrada, la mujer, fue en busca del jarrón, al cual había adornado con hermosas rosas, pero de él no se hallaban rastros, más que las flores desparramadas y un poco de agua. Era ya muy tarde, el Domovoi había cambiado de forma. Oleg decidió entonces volver a su casa, cansado de caminar y sin el Domovoi. De ahora en más a su familia sólo le esperaban desgracias y seguramente no había forma de que la situación mejorara. Saludó a la prima del zapatero y emprendió rumbo a su hogar.
   Ya era muy tarde para estar solo y no había quien lo cuidara, por lo que tuvo que apurar el paso y lo único que consiguió fue tropezar con una piedra y caer boca abajo. Oleg intentó levantarse, sin éxito, casi llorando por el golpe; y con angustia porque las cosas no le estaban saliendo muy bien gritó con fuerza ¿Por qué me abandonaste Domovoi? ¡Vuelve a casa!
   Estaba enojado y muy preocupado. Tenía miedo de llegar a destino, entonces, se sentó en la calle y vio que un gato  caminaba delante de él. Se le acercó haciéndole  caricias y  mordiéndole los cordones de las zapatillas porque tenía mucha hambre. Oleg se compadeció del pobre gato, así que lo levantó en brazos y decidió llevarlo a su hogar, tal vez así los ratones  que el Domovoi espantaba estuvieran controlados.
   Una vez en  su hogar, fue por un poco de comida para su nuevo amigo y la colocó en un platón grande en el patio. El gato comió muy bien. Mientras tanto mamá Anya seguía luchando con la gallina y Yákov despertaba al espantapájaros dormilón, que sólo daba vueltas muy cómodo . Oleg pensaba que pronto habría que acostumbrarse a esa imagen de desorden.
   En eso, desde el granero se escuchó un ruido muy extraño, por lo que Oleg, seguido de su nuevo amigo, decidió investigar. Al llegar encontró a uno de los caballos en el suelo, casi como si estuviera muy enfermo. Oleg entró en pánico y se quedó inmóvil ya que una ráfaga de viento corrió de repente por el granero levantando todo lo que se encontraba en el suelo y dejando casi sin ver a Oleg lo que ocurría: el gato desapareció para darle lugar a un anciano de larga barba y sonriente que atendió al caballo rápidamente y éste, sano, se levantó y comenzó a caminar casi como si nada hubiera pasado. Oleg sólo podía sonreír ante lo que sucedió, era para él inexplicable.
   Esa misma noche, para la hora de la cena, todo comenzaba a estar bien. Las cosas antes perdidas volvían a su lugar, los animales a sus corrales, el espantapájaros bien despierto y ahuyentando a cualquier bicho que se presentara y la familia tranquila disfrutaba de la cena.
   La abuela Helen, que supo todo el tiempo lo que había ocurrido, golpeó a Oleg con su bastón y sonriéndole le dijo:
   -¿Ahora lo ves, Oleg? El espíritu del hogar, sólo puede perderse, pero nunca se va.