sábado, 14 de septiembre de 2013

Aspectos sorprendentes del amor propio Por Wimpi

El espectáculo del llamado "amor propio" confirma, acabadamente, aquella vieja especie de que "hay amores que matan".
Porque cuando uno quiere una cosa, la quiere, la limpia, la pule, la lustra, la poda.
En cambio cuando el tipo se quiere a sí mismo, hasta el punto de configurar el caso de una "persona de amor propio", se deja silvestre nomás.
La "persona de amor propio" ni se piensa, ni se analiza, ni se explora, ni se sabe.
Y la fe que se tiene es una especie típica de superstición...
Cree, en efecto, en ella misma, como cree en cualesquiera agorerías: la del trébol de cuatro hojas, la del cura de frente, la de los tres primeros marineros hallados al paso, la del gato negro, la del carro de pasto.
Y el tipo vive feliz así.
Debe ser el único caso en el mundo de un espectáculo feliz que causa una impresión
desgraciada en aquellos que aspiran a ser felices como hay que serlo para cumplir con Dios en el cielo y con los vecinos en la tierra.
El tipo de amor propio habla siempre en primera persona:
-Porque en ese momento YO ... Cuando YO estaba ... Al YO salir ...
Y cuando tiene que referirse a él y otro, indefectiblemente, ingenuamente, comienza:
-Ibamos yo y fulano...
De la misma manera que Juan Ramón tituló a su libro "Platero y yo", siendo Platero, como se sabe, su asno. Claro que Platero era un burrito de cristal que entendía las noches con estrellas y se admiraba de las mariposas azules.
El tipo de amor propio diríase que vive de espaldas al mundo, vuelto sobre sí mismo, pegado contra sí mismo como un mejillón.
Pero hay un aspecto sorprendente en esto del amor propio: cuando se trata de aparatos de radio, el del tipo "agarra" de cualquier parte sin antena; cuando se trata de beber, el tipo aguanta un kilo de whisky sin que se note; cuando se trata de mujeres, el tipo no da abasto... Ocurre, sin embargo -y este era el aspecto sorprendente- que cuando se trata de enfermedades, nunca, nadie, estuvo tan grave como el tipo.
Cuando alguno le da la noticia de que le sacaron el apéndice, él recuerda su caso:
-¡No me hable de apéndice, mire!
-Fue un momentito, ¿eh? Al día siguiente ya estaba sentado en la cama.
El tipo sonríe con inusitada suficiencia.
-¡Sentado en la cama! A mí, cuando me operaron... ¡dos de reloj en la mesa! Una carnicería. Los médicos ya creían que... Parece que lo tenía pegado y entonces ellos, seguro .. Pero fue algo, mire... ¡algo!
El tipo entrecruza las manos como si fuera a rezar o como si estuviera pidiendo otros quince días de plazo.
Lo mismo acontece con las llamadas "puntadas".
-¿Qué le pasa que se toca seguido ahí?
-Una puntada.
-¡A mí, cuando me agarran... ¡es pa-vo-ro-so! ¡ Acá... ¿ves? ... cuando me agarran, me agarran acá. ¡Qué sé yo cuántos médicos me...! Que los rayos, que análisis, el metabolismo...
No saben lo que es. Pero me dijeron que había sólo dos casos como el mío. El tipo propala la versión con cierto espeso énfasis de teatro italiano. Y repite, circunscribiendo, para jerarquizarla, la importancia de su vicisitud:
-Dos casos, nomás. Uno creo que en Suiza y el otro en Norteamérica.
El del tipo, en el país, es el único.
La "persona de amor propio", pues, no sólo aspira a ser primera en el amor, en el talento, en la lucha romana, en el beber, en el conseguir arroz sino que, también, en la peritonitis y en las dobles fracturas.
-¡El codo! ¿Se da cuenta? ¡El codo, nada menos! Creían que iba a quedar con el brazo inútil. Todo el peso del cuerpo. El que me puso el yeso me lo dijo:
-Como su caso, hubo otro nomás. Pero hace años y no acá ...

De Ventana a la calle - Editorial Freeland - Buenos Aires - 

LA ARAÑA Y EL JARDINERO Por José Caicedo Rojas

En la rama de un árbol trabajaba
Una Araña su tela.
El Jardinero Atento la miraba,
Y al fin dijo con aire chocarrero
"Mucho tu industria, amiga, se desvela
Por fabricar tus redes pescadoras;
Pero tan frágil tela
Durará, me parece, pocas horas,
Que al podar esa rama vendrá abajo
La hamaca en que te meces, y perdido
Será tu vil trabajo
Y los días que en él has consumido".
-"Y dime, le responde el pobre insecto,
Este bello jardín que tú cultivas
Con arte tan perfecto,
Y este árbol, y esas casas tan altivas,
¿Por siempre han de durar? Tu misma mano
Que amaga mi existencia y que ya espera
Lanzarme el golpe insano
¿No es, como yo, también perecedera?

"Engaña al hombre su impotente orgullo 
Pensando que del tiempo en el abismo, 
De un gusano el capullo Y el bello 
Partenón no son lo mismo. 
Tuvo razón la Araña
Que todo en este mundo es telaraña."

La mayor necesidad del mundo Por Elena White

La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos.
Pero semejante carácter no es el resultado de la casualidad; no se debe a favores o dones especiales de la Providencia. Un carácter noble es el resultado de la autodisciplina, de la sujeción de la naturaleza baja a la superior, de la entrega del yo al servicio de amor a Dios y al hombre.

Extraído de “La Educación” . Año 1903

El hombre mil Por Rudyard Kipling

De cada mil, un hombre nos dice Salomón
más que un hermano te será allegado.
Bien te valdrá buscarlo la mitad de tus días
si antes de la otra lo llegas a encontrar.
Los otros novecientos noventa y nueve hombres
dependerán de aquello que el mundo vea en ti,
pero el número mil se te mantendrá amigo
aun con el mundo entero en contra tuya.

Y no habrá juramento, plegaria ni apariencia
capaces de regir ese descubrimiento.
Los otros novecientos noventa y nueve hombres
te seguirán en nombre de tu aspecto, tus actos o tu gloria,
pero si a ése le encuentras y él te encuentra,
lo demás nada importa;
porque será capaz el hombre mil
de sumergirse y de nadar contigo en aguas cualesquiera.

De su bolsillo sacarás dinero con no menos vergüenza
de la que él sienta remediando sus gastos con el tuyo;
y reírte podrás y mencionarlo de la misma manera
que si préstamo alguno hubiera habido.
Los otros novecientos noventa y nueve hombres
sólo el oro y la plata buscarán en sus tratos;
pero el número mil vale más que ninguno
porque podrás abrirle tu corazón.

Su error será tu error, y su acierto tu acierto,
a tiempo o a destiempo.
Defiéndelo y apóyalo a los ojos de todos
haciendo de ello tu único designio.
Los otros novecientos noventa y nueve hombres
no aguantarán contigo ludibrio, burla o risa.
Pero el número mil se quedará a tu lado
hasta el pie de la horca, ¡y más allá!

DON SEBASTIAN - Por Nelda del Carmen Lugrin

Don Sebastián es algo así como el amigo del barrio. El abuelo, el tío o lo que haga falta. El siempre lo dice.
-Estoy para lo que necesiten mis vecinos, como soy solo es un placer poder serles útil alguna vez, es devolverles la compañía que me dan todos los días.
Este don Sebastián es un hombre de setenta largos, ágil y de sonrisa amplia, dispuesto siempre a colaborar.
Es parte del barrio, hace muchos años que vive aquí. Vino solo, compró una casa y desde entonces es parte de nosotros. Del barrio.
Era aún bastante joven al llegar pero estuvo siempre solo. No recibe visitas o amigos excepto los del lugar, es consejero y confidente de tantos problemas del vecindario que los hace suyos.
Alguna vez nombró a una esposa que tuvo y dos hijos pero jamás contó sobre ellos, es asiduo del club del barrio donde todos se conocen, comparten charlas, juegos de naipes y la destreza del billar, ese es su gran pasatiempo.
-! Soy un especialista!- dice, esperando un contrincante capaz de intentar ganarle una partida. Participa de la mesa de pool, pero lo de el está allá al fondo, en el rincón, casi olvidada con su paño verde, una mesa de billar que parece esperarlo cada día
- Es más de mi tiempo -suele decir mientras ensaya sólo algún tiro magistral. Para el es un arte.
Comparte las fiestas con las familias del barrio, pero es cuidadoso a la hora de los brindis, bromea sobre lo malo de pasarse con las burbujas.
- Por ahí viene la nostalgia y se habla demás.
En el lugar tienen una antipatía parecida a la bronca por la mujer que alguna vez nombró. Debe ser mala para haberlo abandonado siendo este hombre tan sensible. La imaginan un poco una bruja malvada que vaya a saber lo que habrá enseñado a los hijos, para que nunca vinieran a verlo, deben tener también ellos sus  sentimientos mezquinos, así se pierden este padre envidiable y lo dejan en soledad.
Por los años que lleva viviendo en el barrio deben ser grandes, tal vez casados y lo privan hasta de los nietos, que podría darles amor y disfrutarlos, odian a esa presunta malvada.
Tenía esposa, un hijo varón y una mujer, alguna vez en el club entre ronda y ronda de copas con los amigos el alcohol lo ha puesto nostálgico hasta hacerlo nombrar a esa familia perdida y se le escapó algún comentario.
-Mi mujer era hermosa, nuestros hijos se le parecían cuando pequeños, tienen ojos oscuros como ella.¡Que buenos niños!.  Pero hace tanto tiempo que ya no sé si los  reconocería.
 Luego dándose cuenta que esta por hablar de un pasado guardado celosamente, calla y se despide apresurado escapando temeroso de soltar confesiones que nadie debe saber.
Muchos han querido conocer su pasado esperando darle alguna palabra que lo conforte pero jamás quiso contar mas que esas pocas palabras dichas alguna vez por descuido.
Esto hace que los vecinos tengan por él ese cariño protector abriéndole las puertas de los hogares para resarcirlo en alguna manera de las tristezas, aunque se lo ve siempre tan jovial, sin quejas de nada.
Es un ejemplo de vida dando siempre palabras de aliento promoviendo acuerdos o pacificando con razonamiento.
Tiene aspecto provinciano y dichos de cada región para contar cuentos de todo el país, fue viajante y conoce sus dichos y costumbres.
Los más osados de lengua cuentan de las infidelidades cometidas por la mujer hasta abandonarlo llevándose a los hijos,¡Que ni de él deben ser!”
Desde que vive en el barrio mas de una vez han querido casarlo, le han presentado y se le han presentado ellas mismas distintas candidatas con las cuales no superó de alguna salida, pero no hizo mas compromiso. Quedando éstas desilusionadas después del desafío.
Esto incrementó antipatías hacia la desconocida que lo habrá hecho sufrir tanto como para no volver a creer.
Es buen jardinero, al frente de su casa siempre hay flores, prolija y cuidada la comparte con una sola compañía, su gato Lolo, que en toda su negrura le resalta llamativamente un ojo amarillo, el otro ojo es de color marrón casi negro como su pelaje brillante.
Es el único para recibirlo y esperarlo, incondicional a su amo. Parece entender cuando le habla respondiendo con tonos distintos al maullar.
En esta noche de invierno  con cielo oscuro, don Sebastián demoró más su regreso a la casa, como  no queriendo llegar a su soledad, hoy la compañía de su gato Lolo no le basta, hay soledades mas profundas para entristecerlo y no tiene prisa.
Se demoró hasta que el cantinero lo miró como despidiendo, esperando que se fuera para poder cerrar terminando su tarea.
Don Sebastián se fue despacio, parece que el viento en la espalda lo detiene en lugar de empujarlo ¿No sentirá el frío calando los huesos? mientras camina despacio, haciendo tiempo.
Llega al portón, entra y se detiene a mitad de la vereda que lo lleva a la puerta de su casa, observa las plantas como las agita el viento, tiene pena de ver como las maltrata. Finalmente busca la llave en el bolsillo, la mira como si no la conociera de memoria.
Se decide y camina los pasos faltantes, despacio introduce la llave en la cerradura, la hace girar lentamente ignorando al gato que lo reclama desde adentro como preguntando ¿Por qué tan tarde y sin apuro?
Ya adentro, lo levanta en brazos y se dirige al dormitorio, deja el gato sobre la cama y abre el cajón de un mueble, saca de entre las ropas una fotografía donde una joven bonita sonríe abrazando dos niños pequeños, se sienta en la cama junto al gato, sus ojos están vacíos.
Acariciando la foto le pregunta.
-¿Como estas mi pequeña? ¿Recuperaste la alegría o tus ojos están tan tristes como el día cuándo te abandoné por otra?
¿Olvidaste mi mal carácter y mis enojos sin motivo? ¡Pasó tanto tiempo! ¿Como están nuestros hijos, me has perdonado, viven siempre en la misma casa? … ¡La nuestra!
Tuve tanta vergüenza de mirarte a los ojos cuando yo también conocí el abandono que no me animé a regresar.
Ahora tengo vergüenza de mi cobardía y menos puedo hacerlo, ya con mi vejez y achaques.
¡Perdón mi pequeña, perdón mis hijos!
Dos lágrimas surcan las mejillas pálidas de este don Sebastián desconocido, mientras con un suspiro lleva hasta el pecho cansado la foto de aquella joven bonita que junto a sus hijos le sonríen y se reclina lentamente junto a su gato negro.