sábado, 17 de mayo de 2014

ALGUNAS ANÉCDOTAS ATRIBUIDAS (CON RAZÓN O NO) A DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO. Un anecdotario casi tan extenso y colorido como el del Gral. San Martín.

NI AL PAPA

Sarmiento, que acababa de descender de la presidencia, se encuentra en la calle con monseñor Aneiros, arzobispo de Buenos Aires. -Pase usted, le dice Sarmiento a monseñor, con toda cortesía, cediéndole la vereda.
-De ningún modo, señor presidente, responde monseñor, que le da el título por la fuerza del hábito.
 -¡Presidente, no!, exclama Sarmiento. Si fuera presidente, ni al Papa le haría semejante concesión.

Recopilación de Anécdotas de Argentinos Célebres. Seg. Serie.pág.35.


SARMIENTO Y LA ARISTOCRACIA PORTEÑA

El señor Emilio Castro era uno de los convencidos de que hay o había en Buenos Aires una aristocracia . Así lo sostenía a su amigo Sarmiento, recién llegado al país, presidente electo, y lleno de un enorme entusiasmo por la democracia norteamericana. Hubo un baile en el Club del Progreso, antiguo club porteño y porteñista, donde debía ser presentado el nuevo presidente a la sociedad porteña Sarmiento observo en la fiesta a las nuevas relaciones que se le ofrecían. El lujo y la desenvoltura de aquellas gentes no le engañaron El origen rural de tanta fortuna no se le escapaba. Y claro está, no supo callarlo. A la salida del baile, don Emilio Castro preguntaba a su amigo Sarmiento:
-Y, don Domingo, ¿ hay o no hay una aristocracia en Buenos Aires?
Si la hay, Pero me huele a establo, contesto Sarmiento, rubricando la salida con una carcajada.-


Anécdotas narradas por su nieto, AUGUSTO BELÍN SARMIENTO (1854-1952)


I

Para construir el ferrocarril a San Fernando debía acordar la Legislatura una garantía pero los senadores, que "eran razonadores universitarios, notables por su mala preparación para la nueva vida a que era llamado el país", se espeluznaban ante el capital de 800.000 pesos fuertes y hallaban excesiva carga garantizar el 7% del mismo.
Contestaba Sarmiento que, por el contrario, era tan poca cosa, que en Londres, un banquero a quien se le fuera a pedir esa suma, contestaría: "Vean ustedes al prestamista del barrio". "En cuanto a mí, agregaba, no he de morirme sin ver empleados en ferrocarriles, en este país, ¡No digo 800.000 pesos, sino ochocientos millones de pesos!".
Los senadores y la barra se echaron a reír, tan insensata les parecía la suma, y Sarmiento pide que conste esa hilaridad en el acta.
"Porque necesito que las generaciones venideras sepan que para ayudar al progreso de mi país, he debido adquirir inquebrantable confianza en su porvenir. Necesito que consten esas risas, para que se sepa también con qué clase de necios he tenido que lidiar".


II

Como presidente, Sarmiento solía visitar sorpresivamente los hospitales para ver cómo funcionaban y cómo atendían a la gente. Un día, visitando el hospital psiquiátrico notó que un grupo de internados charlaban en el patio. Se acercó a ellos y le dijo: "¡Bienvenido! Yo sabía que el loco Sarmiento iba a terminar entre nosotros!"

RENDICIÓN DE CUENTAS

Había conseguido por primera vez en esta América, construir un edificio propio de escuela (el de la calle Reconquista), con el concurso popular, y un día en el Senado se levantó una voz para pedirle cuenta de la administración de los fondos y acaso queriendo confundirlo de malversación.
"¡Señor Presidente, contestó, declaro ante el Senado y esa barra que me escucha, que la Escuela Modelo se ha hecho a fuerza de ardides, de engaños, de embustes y de maulas! ¡Si saben mi propósito, me fusilan! Gracias a esto Buenos Aires tiene escuelas de qué honrarse. ¡Si descubro a las autoridades mi proyecto, jamás habría visto escuelas dignas de un pueblo culto! (aplausos en la barra). La barra aplaude todo lo que es torcido"
Había con eso eludido el malicioso y encapotado cargo de fraude, acaso de robo; pero el rejón había quedado en la herida y necesitaba arrancarlo. Al día siguiente fueron convocados a la Comisión de Legislación todos cuantos habían intervenido en la construcción y Sarmiento obligó a sus acusadores a asistir hasta el final y desarrollar ante ellos la inversión del último ladrillo y del mínimo clavo de la construcción, demostrándose hasta la evidencia que un ángel del cielo no habría sido administrador más puro, y sin embargo, faltó el caballero para hacer la reparación pública en el lugar en que la ofensa había sido hecha.

1 comentario:

  1. Estas anecdotas las tendrían que leer los políticos de todos los tiempos

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