sábado, 3 de mayo de 2014

Una vivandera aristocrática - Por JUAN CARLOS CORDINI

Érale necesario conocer, a los jefes patriotas, el número exacto de las tropas realistas acuarteladas en Jujuy, cosa muy difícil de averiguar, pues los jefes españoles, seguros de que la población les era secretamente hostil, ejercían una vigilancia extremada, desconfiando de todo el mundo y viendo en los actos más sencillos, complots y tretas de los patriotas.
A pesar de los peligros de la empresa, no faltó quien la acometiera; fue esa persona una dama de la primera sociedad salteña, la señora doña María Loreto Sánchez de Peón, de cuyo intenso patriotismo y relevantes servicios a la causa de la libertad da frecuentes noticias la historia.
Vestida humildemente, como las mujeres del pueblo, apareció un día por las calles de la población vendiendo pan, masas y alfajores, por ella misma preparados.
Penetraba en los patios de los cuarteles reales al empezar la lista, esperando aparentemente que terminara el acto para obtener los datos que a Güemes y a sus tenientes importaba conocer.
Como la mayor parte de las mujeres de su tiempo, era doña María Loreto poco fuerte en el arte de contar, pero ella, para no equivocarse, echó mano de un expediente muy ingenioso. Llevaba, en la cesta que usaba para sus ventas, una buena cantidad de granos de maíz y, atadas a ambos lados de la cintura, dos bolsas vacías.
Cuando el soldado llamado contestaba "presente", la fingida vendedora deslizaba un grano en el bolsillo de la derecha; haciendo lo propio con el de la izquierda cuando oía responder "ausente".
Concluida la lista, continuaba acurrucada en su rincón, con la canasta depositada en el suelo, ofreciendo a los soldados, con voz insinuante y humilde, el pan y las masas, contestando con chanzas y donaires las bromas de los mismos.
Al fin, haciendo que le dolía dejar el puesto sin haber vendido todas sus vituallas, abandonaba su "local de ventas".
Volvía a su casa, ya entrada la noche, disimuladamente y esquivando testigos importunos, para vaciar las bolsas atadas a su aristocrático talle, y trasmitir a Güemes, después de bien contados los granos de maíz, el número exacto de los enemigos a quienes debía combatir.

El almirante Brown también sembró... - Por Luis Pozzo Ardizzi

        El glorioso almirante Brown, a quien le debemos la libertad de nuestros mares y ríos en los momentos aciagos en que el país se hallaba en formación, también fue Hombre del Surco...
Una vez que enfundó su espada, sereno y sin agravios, dándole sus anchas espaldas a la maledicencia y a la pequeñez de algunos "grandes hombres" de su época que lo censuraron, se refugió en su quinta de Barracas, en la que le sobraba terreno, y atraído por la noble tarea rural, rindió a ella el tributo de sus últimas energías, buscando en su fecundidad silenciosa, la serenidad espiritual que necesitaba su alma.
Quienes lo vieron trabajar solitario, con el cuerpo aún vigoroso, inclinado sobre la tierra, sudorosa la frente, la nieve de sus canas desafiando al sol, dicen que parecía que en cada golpe de pala sepultaba definitivamente triunfos, glorias, infortunios y sinsabores, amortajándolos con una filosófica sonrisa que de vez en cuando apuntaba en sus labios.. .
Allí, en su campo, cultivado por sus manos, tuvo la inmensa satisfacción de recibir la visita del prestigioso almirante brasileño Grenfell, su bravo enemigo en la guerra contra el Brasil y luego jefe naval aliado de Urquiza, quien antes de abandonar las aguas del Plata quiso saludarlo. El almirante Grenfell llegó con su uniforme de gala y sus condecoraciones. Brown lo recibió con un traje civil de faena, sembrando alfalfa.
Grenfell se confundió en un abrazo con el viejo almirante, y con frases emotivas quiso llamarlo a la realidad acerca del balance de su vida:
-"¡Ah, bravo amigo! ¡Si usted hubiera aceptado las propuestas de Don Pedro I, cuan distinta sería su suerte! ¡Porque, la verdad, las repúblicas son siempre .ingratas con sus buenos servidores!”
Ante aquel reproche, el intrépido marino se irguió. En su cara volvió a reflejarse la energía del momento decisivo del combate, y contestó:
-"Señor Grenfell, no me pesa el haber sido útil a la patria de mis hijos. Considero superfluos los honores y las riquezas...cuando bastan seis pies de tierra para descansar de fatigas y dolores”.
Y continuó sembrando.

Pensamientos descabellados (Selección) Por Stanislaw Jerzy Lec

Con una fila de ceros se construye fácilmente una cadena.

-Hasta su silencio tenía errores de lenguaje.

-El que está sentado en la cumbre tiene una disculpa: no se puede ir más allá.

-No hables de tus sueños. Los freudianos podrían llegar al poder.

-Hubo tiempos en que  los esclavos debían comprarse legalmente.

-Hasta el ojo de vidrio ve su propia ceguera.

-La lengua llega más lejos que la mano.

-Las heridas se convierten en cicatrices, pero las cicatrices crecen en nosotros.

-Nuestra ignorancia conquista territorios cada vez más vastos.

-¡Poned en manos de un bárbaro un cuchillo, una pistola o un cañón, pero, por amor de Dios, no le deis jamás una pluma! ¡Os convertiría también a vosotros en bárbaros!

- Me desconcierta el rostro del enemigo porque veo cuánto se me parece.

-Los muertos cambian fácilmente de ideas políticas.

-Preveo la desaparición del canibalismo. El hombre está asqueado del hombre.

-Sé realista: no digas la verdad.

-La suciedad moral es la peor: provoca baños de sangre.

-Cuando un pueblo carece de voz, se nota hasta cuando canta el himno nacional.

-Hasta el gallo celebra la aurora del día en que irá a parar a la olla.

-La primera condición para la inmortalidad es la muerte.

EL MAREO EN LAS ALTURAS

Un candidato a la presidencia surgido de improviso y sin mayores méritos, exclamaba con todo énfasis que a él no le habrían de marear las alturas.
-"No sería extraño, dijo Sarmiento, pues he visto tantas mulas y borricos trepar las cumbres de la cordillera sin marearse”

Recopilación de Anécdotas de Argentinos Célebres. Primera Serie.pág.106.

Ahí me las den todas - Por J. Martínez Villergas

         Cuéntase que hubo un corregidor en una villa. Cuéntase que hubo en el pueblo una riña.
Cuéntase que el alguacil mandado por el corregidor fue a poner paz a los combatientes.
Cuéntase que éstos, en lugar de respetar al alguacil, le arrearon cuatro bofetadas y le echaron de ahí con cajas destempladas.
Y cuéntase que el alguacil volvió al corregidor, mediando entre los dos el siguiente diálogo:
-Señor corregidor, cuando yo voy a una parte en nombre de usía, ¿no represento a usía?
-Sí, hombre, sí.
-Y si mi persona es la persona de usía, ¿mi cara no es también la de usía?
-Sí, hombre, sí.
-Y  cuando represento a usía,  ¿no soy la misma persona de usía?
-Sí, hombre, sí.
-Y cuando pegan una bofetada en esta cara, ¿no es pegarla en la cara de usía?
-Sí, hombre sí; pero ¿dónde vas a parar?    .
-Señor, es que los de la riña me han dado cuatro bofetadas en esta cara, que es la cara de usía, y, por consiguiente, usía ha sufrido también las bofetadas.
-Entonces el corregidor, con toda la formalidad que ustedes pueden figurarse, dijo:
-¡Ahí me las den todas!

LOS DOS PERROS Por Félix María Samaniego

Procure ser en todo lo posible,
El que ha de reprender, irreprensible.

Sultán, perro goloso y atrevido,
En su casa robó, por un descuido,
Una pierna excelente de camero.
Pinto, gran tragador, su compañero,
Le encuentra con la presa encaminado
Ojo al través, colmillo acicalado,
Fruncidas las narices y gruñendo.
“¿Qué cosa estás haciendo,
Desgraciado Sultán?” Pinto le dice;
“¿No sabes, infelice,
Que un Perro infiel, ingrato,
No merece ser Perro, sino gato?
¡Al amo, que nos fía
La custodia de casa noche y día,
Nos halaga, nos cuida y alimenta,
Le das tan buena cuenta,
Que le robas, goloso,
La pierna del camero más jugoso!
Como amigo te ruego
No la maltrates más: déjala luego.”
“Hablas, dijo Sultán, perfectamente.
Una duda me queda solamente
Para seguir al punto tu consejo:
Di, ¿te la comerás, si yo la dejo?”

Monos Por Cristian Roeber

Cuando, según la historia y la voz pública,
sucedió al patriarcado la república,
dieciséis chimpancés de pura raza
por simiesca afición iban de caza
y hallaron en un río una cuerda
que lo cruzaba de derecha a izquierda.
Se acordó, sin protesta de ninguno,
pasar por aquel cable uno por uno,
y fue al principio operación sencilla,
llegar de una orilla hasta la otra orilla.
Mas no se sabe aún con qué pretexto
rompió la cuerda un chimpancé retinto,
que ocupaba el lugar decimoquinto,
y se ahogó el chimpancé decimosexto.
El narrador agrega: Yo atestiguo
que cuando en el tiempo y mundo antiguo
la primera república imperaba,
ya era el último mono el que se ahogaba.

Esplicasiones de una Señora que sescapa con otro - Por césar Bruto

Negro:
te pido por fabor de que no tomés a mal que yo agarre mis prendas de vestir y me vaya del cotorro, ni que pensés de mí con lijeresa, aplicándome tal o cual metáfora dibna de mejor suerte… ¡Te juro que me voy para tu bien, negrO, y que algún día vas a comprender todo el tremendo sacrificio que hago para que triunfés con tu concomitansia de poetA y de conpositor de música, todo lo cual hoy andás bastante flojo y sin poder encontrar un tema para un gran tango que te haga venir popular y honbre de plata!
No te vayás a pensar de que te dejo porque das a tu reina una pobresa insuperable, y que si una sigue vibiendo acá a la larga se acostrumbraría a comer el reboque de la paré… ¡queesperansa! Me voy, negrO, para ver si al encontrarte solo, triste y abandonado, sin nada más que la guitarra y el perrito companiero que por mi ausensia no comería, te sentás a escribir un presioso tango, en el cual me tratés de todo, diciéndome que soy uan ingrata malbada, una percanta trasionera o lo que a vos te guste, que no me voy a ofender por eso.
Todavía, si querés más datos para tu composisión, te comunico que al escaparme del bulíN me voy con un cabaliero que conosí el otro día en el sentrO, el cual se me asercó cuando yo estaba mirando una vidriera, y me dijo: “Usté merecería un tapado de bisontE y un coliar de brillantes, sinpática…”, a lo cual yo le contesté: “¿Le parese?...” y como una palabra saca la otro y las 2 laban la cara, a la final quedamos que yo me iría a vibir con él, que me tratará como una reinA, y hasta prometió de comprarme una licuadora para que yo pueda haser jugo en mis horas de ósio… ¿Te das cuenta qué cambio?
¡Adiós negrO, no mechés la culpa de nada y pensá que todo lo hago para que triunfés con una cansión en contra mía… ¡Ha, y apurate que te van a desalojar antes del 30!
Se despide de vos, tu tierna conpaniera quescapás de haser cualquier cosa parayudarte, Camila (haora gladiS”).

En El Secretario Epistolárico