sábado, 14 de noviembre de 2015

Que se duerme mi niño - Por Lope de Vega

La  niña   a  quien  dijo el ángel
que estaba de gracia llena,
cuando de  ser de Dios madre
le  trujo  tan  altas  nuevas,
ya  le  mira   en  un  pesebre
llorando lágrimas tiernas,
que  obligándose a ser hombre
también se obliga a sus penas.
"¿Qué tenéis dulce Jesús?
-le  dice  la niña bella, -
¿tan  presto  sentís, mis  ojos,
el  dolor  de  mi  pobreza?
Yo  no tengo  otros  palacios
en   que   recibiros   pueda,
sino  mis brazos y pedios
que os  regalan y sustentan.

No   puedo más, amor  mío,
porque si yo  más  pudiera,
vos  sabéis  que vuestros
cielos envidiarían mi riqueza".
El  niño  recién  nacido
no mueve la pura lengua,
aunque es la  sabiduría
de  su  eterno  padre  inmensa,
mas  revelándole el alma
de  la  Virgen  la  respuesta,
cubrió de  sueño en sus  brazos
blandamente   sus   estrellas.

Ella  entonces, desatando
la voz regalada y tierna,
así tuvo a  su  armonía
la de los  cielos  suspensa:

Pues  andáis   en  las  palmas,
ángeles  santos,
que  se  duerme  mi  niño,
tened los  ramos.
Palmas   de   Belén
que  mueven  airados
los furiosos vientos
que  suenan tanto;
no le hagáis ruido,
corred más paso,
Que se duerme mi niño,
tened los ramos.

El niño divino,
que  está cansado
de llorar en la tierra
por su descanso,
sosegar  quiere un  poco
del tierno llanto.
Que  se duerme  mi niño,
tened los ramos.

Rigurosos  hielos
le están cercando;
ya veis  que no tengo
con que guardarlo.
Ángeles divinos
que vais  volando,
que  se duerme mi niño,
tened   los   ramos.

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