sábado, 17 de enero de 2015

El viajero - Por Ezequiel Feito

                         I

Viaje y viajero son una misma cosa.

Cuando el paisaje entra en los ojos del que viaja,
florecen los árboles en su retina,
y los ríos surcan sus entrañas.

Entonces se abre paso entre las nubes y la tierra,
atravesando enormes caminos trazados en la nada.
devorando con su corazón todo el momento.

Viajero y viaje se confunden en una misma cosa
como las aguas, el viento, la tierra y el cielo.


                          II

Me contaron que debajo de aquel árbol
donde la luz es sólo un mal recuerdo
vive un hombre. Un hombre simple.
que se alimenta sólo del agua
de un río
subterráneo.

Cuentan los viejos
que para él no hay amaneceres
ni nadie que turbe su secreto.

Vive allí sin nombre ni palabra
que pueda sacarlo de su encierro.

¿Qué es la primavera o el verano;
el frío o la furia de los vientos
para aquel que en su profunda oscuridad aún no ha muerto?

¡Malditos sean los viejos! ¡Esos viejos
en cuya memoria todo vive y siempre es tiempo!


                         III


- Viajero, ¿qué miras?
- Los cielos.
- ¿Los cielos y sus nubes, o el cielo del alma,
que es más bello?
Y respondió:
- Los cielos.


          IV

Cuando llegue a mi destino me esperarán los cuervos
y un dulce pan horneado, de asfalto y de cemento.
Una mujer que no conozco, un árbol y una calle
que no recuerdo.

Entraré a una casa que no es la mía,
y mi equipaje, entre polvo y suelo,
descansará por fin un largo tiempo.

Me sentaré junto a una mesa sin saciarme nunca
y descansaré de la fatiga de mi viaje.
Y eso, sólo eso, será cierto.


                           V

Llevo varias lunas sobre mi cabeza
y una larga fila de estrellas disonantes
encendiéndose y apagándose al compás de nuestra marcha.
Todo es tan rápido. La noche cuelga
espejos de plata, de plata delgada
y el viento resuena
en nuestra cabeza.

Mientras el cuerpo viaja
tan sólo la noche, la noche serena
nos ve recorrer los caminos sin pausa.


                            VI

Te traeré un trozo de estrella
que le robaré al cielo
al cielo que pasa.
Y tú me darás por él, cuando vuelva
un beso.
Aquél que da sólo
la mujer que ama.

Consejos de Martín Fierro a sus hijos (Fragmentos)- por José Hernández

Un padre que da consejos
Más que padre es un amigo;
Ansi, como tales digo
Que vivan con precaución:
Naides sabe en qué rincón
Se oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuela
Que una vida desgraciada;
No estrafien si en la jugada
Alguna vez me equivoco
Pues debe saber muy poco
Aquel que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cencia
Tienen la cabeza llena;
Hay sabios de todas menas,
Mas digo, sin ser muy ducho:
Es mejor que aprender mucho
El aprender cosas buenas.

No aprovechan los trabajos
Si no han de enseñarnos nada;
El hombre, de una mirada
Todo ha de verlo al momento:
El primer, conocimiento
Es conocer cuándo enfada.

Su esperanza no la cifren
Nunca en corazón alguno;
En el mayor infortunio
Pongan su confianza en Dios;
Los hombres, sólo en uno,
Con gran precaución, en dos.

Las faltas no tienen límites
Como tienen los terrenos,
Se encuentran en los más
 buenos,
Y es justo que les prevenga:
Aquel que defetos tenga
Disimule los ajenos.
Al que es amigo, jamás
Lo dejen en la estacada;
Pero no le pidan nada
Ni lo aguarden todo de él:
Siempre el amigo más fiel
Es una conduta honrada.

Ni el miedo ni la codicia
Es bueno que a uno lo asalten,
Ansí, no se sobresalten
Por los bienes que perezcan,
Al rico nunca le ofrezcan
Y al pobre jamás le falten.

Bien lo pasa hasta entre pampas
El que respeta a la gente;
El hombre ha de ser prudente
Para librarse de enojos;
Cauteloso entre los flojos,
Moderado entre valientes.

El trabajar es la ley,
Porque es preciso alquirir;
No se espongan a sufrir
Una triste situación:
Sangra mucho el corazón
Del que tiene que pedir.

Debe trabajar el hombre
Para ganarse su pan;
Pues la miseria, en su afán
De perseguir de mil modos,
Llama en la puerta de todos
Y entra en la del haragán.

A ningún hombre amenacen
Porque naides se acobarda,
Poco en conocerlo tarda
Quien amenaza imprudente,
Que hay un peligro presente
Y otro peligro se aguarda.

Nace el hombre con la astucia
Que ha de servirle de guía,
Sin ella sucumbiría,
Pero, sigún mi esperencia,
Se vuelve en unos prudencia
Y en los otros picardía.

Muchas cosas pierde el hombre
Que a veces las vuelve a hallar;
Pero les debo enseñar,
Y es bueno que lo recuerden:
Si la vergüenza se pierde
Jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos,
Porque ésa es la ley primera;
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea,
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de ajuera.

Respeten a los ancianos,
El burlarlos no es hazaña;
Si andan entre gente estraña
Deben ser muy precavidos,
Pues por igual es tenido
Quien con malos se acompaña.

El hombre no mate al hombre
Ni pelée por fantasía;
Tiene en la desgracia mía
Un espejo en que mirarse:
Saber el hombre guardarse
Es la gran sabiduría.

Es siempre, en toda ocasión,
El trago el pior enemigo;
Con cariño se los digo, 
Recuérdenló con cuidado: 
Aquel que ofiende embriagado 
Merece doble castigo.

Si se arna algún revolutis
Siempre han de ser los primeros;
No se muestren altaneros 
Aunque la razón les sobre: 
En la barba de los pobres 
Aprienden pa ser barberos.

Si entregan su corazón
A alguna mujer querida, 
No le hagan una partida 
Que la ofienda a la mujer:
Siempre los ha de perder
Una mujer ofendida.

Procuren, si son cantores,
El cantar con sentimiento, 
No tiemplen el estrumento 
Por solo el gusto de hablar, 
Y acostúmbrense a cantar 
En cosas de jundarnento.

Y les doy estos consejos
Que me ha costao alquirirlos,
Porque deseo dirijirlos;
Pero no alcanza mi cencia
Hasta darles la prudencia
Que precisan pa seguirlos.