sábado, 21 de febrero de 2015

Los caprichos de Juancito caminador Por Raúl González Tuñón

Poema que compuso Juancito Caminador 
para la supuesta muerte de Juancito Caminador


Juancito Caminador...
Murió en un lejano puerto
el prestidigitador.
Poca cosa deja el muerto.

Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja.
Todo, menos la canción

Ponle luto a la pianola,
al barquito, a la botella,
al conejito, a la estrella,
al botellón, a la bola.

Música de barracón
-canción, baraja y paloma-
flor de trapo sin aroma.
Todo, menos la canción.

Ponle luto a la veleta,
al gallo, al reloj de cuco,
 al fonógrafo, al trabuco,
al vaso y a la carpeta.

Su prestidigitación
-canción, paloma y baraja-
el tiempo humilla y ultraja.
Todo, menos la canción.

Mucha muerte a poca vida.
¡Que lo entierre de una vez
la Reina del Ajedrez
y un poeta lo despida!

Truco mágico, ilusión
-canción, baraja y paloma-
que todo en broma se toma.
Todo, menos la canción.

Las campanas doblan por ti. Por JOHN DONNE, Londres (1572-1631)

¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?  
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas;
doblan por ti.

Suficiente cielo Por Ezequiel Feito

La mañana es clara, como si alguien
diluyera témpera en el cielo.

¡Qué cielo azul de porcelana!
¡Qué sol sencillo!

Pero bajo la densa sombra
alguien apura el último charco de la noche;
un pequeño sorbo lleno de estrellas que se bebe
como se bebe el llanto.

¿En qué rincón descansará aquel triste bebedor tan necesario
para que la luna salga y la noche nos devuelva
las estrellas?

¡Hay tanto cielo donde la luz no llega!
¡Donde aquel hombre bebe el tiempo,
tu tiempo, mi tiempo, el tiempo de la muerte y el sepulcro
para que la vida
no se detenga!

Balcarce Por Ana María Broglio

San José de Balcarce mi saludo
es escaso homenaje a tu hermosura,
tus sierras son bellísima pintura
que al verlas la garganta se hace nudo.

El cielo más que nunca es claro y puro.
Como un río que pasa y que murmura,
agua  y aire son música y frescura.
La gente que te habita, no lo dudo,

es cordial y sincera  y su medida
estriba en la humildad no en la arrogancia.
De chilca y gramínea va la vida,

de rosas y glicinas y de infancia
que juega por la plaza a la escondida
y trasciende su risa la distancia.

La vida que he vivido. Por Panolillo Díaz- Juncalillo

La vida que he vivido, se reduce
a puertas cerradas y ventanas destrozadas,
a casas sin más huéspedes que la soledad, la tristeza y el olvido,
a muertos que nacen
y vuelven a morir ante tal desconcierto.
La vida que he vivido, se duerme
en las entrañas de un árbol seco,
en las manos destrozadas
de los hombres y mujeres
que cultivaron estos campos,
en los llantos de los niños que no crecieron.
La vida que he vivido, se pierde
entre las hojas que arrastra el viento,
entre las huellas que borra el tiempo,
entre la pálida sonrisa
de lo que llega a su fin.
La vida que he vivido
se reduce, se duerme, se pierde
y yo dócil
me quedo sin hacer nada.

Renacimiento Por Diego Santiago Cazzaniga

Escribo
el epitafio:
Te pertenecen
las ausencias,
los silencios,
las pausas y
los egoísmos.

E indagarás en
tus propias
cavernas,
aún cuando
toda luz se
haya apagado.

Nunca te fuiste Por Pastora Herdugo

(Hasta siempre compañera, descansa en paz)

El alba se despierta en cálido paisaje
un sereno y naciente albor se abre aterido
matizado en rojizo, de encanto indefinido
óleo de mezclados rubores, homenaje.

Mis pasos van sin rumbo vagan, viendo el paraje
un arroyuelo plácido, va bañándose fluido
el sol cruza los cristales moviéndose y herido,
en el perpendicular rayo claro, salvaje.

Una vasta belleza se le rinde al sentido
Y tan grande no existe, seductor, relajante
se abre lo idealizado al embrujo translúcido.

En mágica escalera de terciopelo y ante,
y tú Madre, desciende, bésame mi sentido,
nunca te fuiste, vives en mi más grande instante.