sábado, 20 de junio de 2015

OFRENDA LÍRICA - Por RABINDRANATH TAGORE (Selección)



El niño vestido de príncipe, colgado de ricas cadenas, pierde el gusto de su juego, porque su atavío le estorba a cada paso. Por temor a rozarse o a empolvarse, se aparta del mundo, y no se atreve ni siquiera a moverse. Madre, ¿gana él algo con ser esclavo de ese lujo que lo aparta del polvo saludable de la tierra, que le roba el derecho de entrar en la gran fiesta de la vida de todos los hombres?

19 

Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio, y lo tendré conmigo. Y esperaré, quieto, como la noche en su desvelo estrellado, hundida pacientemente mi cabeza. Vendrá sin duda la mañana. Se desvanecerá la sombra, y tu voz se derramará por todo el cielo, en arroyos de oro. Y tus palabras volarán, cantando, de cada uno de mis nidos de pájaros, y tus melodías estallarán en flores, por todas mis profusas enramadas.

Copla - Por Antonio Machado

Cuando recordar no pueda,
¿dónde mi recuerdo irá?
Una cosa es el recuerdo
Y otra cosa recordar.

Tras la tormenta Por Héctor Berenguer Rosario

Tras la tormenta
Caen exhaustos
desde su ser sin tiempo
uno tras otro.
Hasta ser una sola muerte
a nuestro lado.
El silencio de los pájaros
es el silencio del mundo.

Dar una palabra Por Nelson Jiménez Vivero- Cuba

Dar una palabra, como una flor,
es un gesto que pretendo;
pero la flor cae sobre la tierra
y nadie la escucha.
Entonces…, la entrego al viento.

Promesas Por María Graciela Galván- Rosario

A veces nos regalan
un imprevisto viaje.
Bolsos, valijas entusiastas.
Sin saber que encontraremos
un paisaje ruinoso
al final del incierto
camino polvoriento.
Y nos engañan
con un horizonte difuso y oscuro.
Por eso aceptamos resignadas
cualquier compañía solitaria.

SANTIAGO-Balada Ingenua (Julio de1918- Fuentevaqueros) Por García Lorca

Esta noche ha pasado Santiago
su camino de luz en el cielo.
Lo comentan los niños jugando
con el agua de un cause sereno.

¿Dónde va el peregrino celeste
por el claro infinito sendero?
Va a la aurora que brilla en el fondo
en caballo blanco como el hielo.

¡Niños chicos, cantad en el prado
orando con risas al viento!

Dice un hombre que ha visto a Santiago
en tropel con doscientos guerreros,
 iban todos cubiertos de luces,
 con guirnaldas de verdes luceros,
y el caballo que monta Santiago
era un astro de brillos intensos.

Dice el hombre que cuenta la historia
que en noche dormida se oyeron
tremolar plateado de alas
que en sus ondas llevóse el silencio.

¿Qué sería que el río paróse?
Eran ángeles los caballeros.
Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas al viento!

-  Madre abuela, cuál es el camino
madre abuela, que yo no lo veo?

- Mira bien y verás una cinta
de polvillo harinoso y espeso,
un borrón que parece de plata
o de nácar lo ves?
-  ya lo veo.

- Madre abuela. Donde está Santiago?
-  Por allí marcha con su cortejo,
la cabeza llena de plumajes
y de perlas muy finas el cuerpo.
Con la luna rendida a sus plantas,
con el sol escondido en el pecho.

Esta noche en las  Vegas se escuchan
los relatos brumosos del cuento.

Niños chicos, cantad en el prado,
horadando con risas al viento!

El pobre campesino en el cielo Por los hermanos Grimm

        Murió un campesino pobre y piadoso y llegó a la puerta del cielo. Pero encontróse allí con un señor muy rico y opulento, que también pedía entrada.
Acudió San Pedro con la llave, abrió la puerta y dejó pasar al señor. Sin duda no vio al humilde campesino, y lo dejó fuera.
Desde el exterior, el hombre oyó cómo el rico era recibido con gran regocijo, al son de músicas y cantos. Cuando se restableció la calma, volvió San Pedro, abrió la puerta e invitó al campesino a entrar.
Éste pensaba que también se le acogería con música; pero vio que todo permanecía tranquilo. Cierto que lo recibieron muy amablemente, y que los ángeles salieron a su encuentro; pero nada de cantos ni músicas.
Entonces preguntó el buen hombre a San Pedro por qué no cantaban en su obsequio como habían hecho con el rico. Por lo visto, en el cielo había las mismas desigualdades que en la tierra. Respondióle San Pedro:
-¡No digas tal cosa! Para nosotros, tú eres tan bienvenido como otro cualquiera, y puedes gozar de la misma dicha que el rico. Lo que pasa es que campesinos pobres y humildes como tú llegan todos los días; pero lo que es señores ricos, apenas entra uno cada cien años.

Hora de estrellas Por Federico García Lorca

El silencio redondo de la noche
sobre el pentagrama
del infinito.

Yo me salgo desnudo a la calle,
maduro de versos
perdidos.
Lo negro, acribillado
por el canto del grillo,
tiene ese fuego fatuo,
muerto,
del sonido.
Esa luz musical
que percibe
el espíritu.

Los esqueletos de mil mariposas
duermen en mi recinto.

Hay una juventud de brisas locas
sobre el río.

El hombre bueno - Por Juan Parrotti

Eurípides, el dramaturgo griego creía y lo decía, que una mala acción borra cuarenta años de buenas acciones. O sea, si después de una vida de lo más virtuosa, el individuo consuma un desaguisado, por esa sola acción ya pasa a la categoría de mala persona.

Sin embargo, y a través de la historia, uno tiene derecho a sospechar que algún margen de impunidad ha existido. Vale decir, no siempre el tipo que concretaba una perrería fue descendido a la categoría inmediata inferior. No. Nada de eso. Hubo individuos que hicieron cualquier cantidad de iniquidades y sin embargo la gente siguió creyendo que eran buenos tipos, muchachos de buen corazón, un poco alocados, a los sumo, pero buenos en el fondo.
Digo esto y no puedo evitar pensar en algunos, muchos, emperadores romanos u otros tipos que también desempeñaron funciones importantes. Es claro, necesitaban llegar y para llegar no había que tener muchos escrúpulos, mejor dicho, ninguno. Aparecía uno y se transformaba en un estorbo. Por eso lo reprimían en el acto. Para colmo un tipo muy ambicioso venía perfilándose con grandes posibilidades de ganarle. El individuo que quería llegar se fijaba en el otro, en sus métodos y se daba cuenta en el acto que el otro era menos inescrupuloso que él. Entonces, de la comparación salía ganando, hasta se fortalecía y él también empezaba a creerse una buena persona.
Además, el individuo tenía un argumento que pesaba tanto como un pecado mortal: El quería llegar, para una vez en el poder, realizar muchas buenas acciones, hacer feliz al pueblo y muchas cosas más. Entonces tenía que ser fuerte y llegar a costa de cualquier cosa. No importaba si permanentemente estaba  dejando jirones de dignidad, enganchados en cualquier mala acción. Importaba llegar y hacia allí apuntaba su mira. A veces hasta llegaba. Entonces sucedían hechos imprevistos que lo sorprendían a él también. Lo dicho: ya en el poder, el individuo descubría que todavía tenía ganas de seguir obrando mal, sin necesidad, por mero espíritu deportivo. Quemaba su ciudad o designada senador a su caballo, no porque fuera inteligente. Nada de eso. Lo hacía para hacer rabiar a la oposición.
Esos individuos pasaron nomás a la historia como malos tipos. Es que exageraron. En cambio, otros, un poco más tranquilos, cuando llegaron al poder se asentaron y se portaron bien. La gente entonces les perdonó su pasado y dijo que se trataba de un buen nombre.