sábado, 11 de julio de 2015

Cuentos del Zen. Extraídos del “El zen habla” Adaptación Tsai Chih Chung - Traducción: Brian Bruya.

                                                          La dama en apuros

    Un día, mientras el monje Zen Tanzan y un monje joven viajaban, encontraron a una hermosa dama en apuros cuando intentaba cruzar el río. Tanzan le dijo:
    -Yo te llevaré a través del río. Y alzándola en sus brazos, la llevó hasta la otra orilla.
    Ambos continuaron el viaje hasta que el joven monje le dijo a Tanzan:
    -Yo pensaba que los monjes deberíamos evitar a las mujeres. ¿Por qué hiciste eso?
    A lo que Tanzán respondió:
    -¿Qué? ¿Ah, te refieres a aquella mujer? Yo la dejé hace mucho tiempo. ¿Tú la sigues llevando?



                                                           Todo es vacío

    Había un monje llamado Tesshu que viajaba por el país visitando a los mejores maestros Zen. Un día entró en el templo Shokoku y encontró al monje Dokuon. Allí, con orgullo, proclamó su sabiduría:
    -La mente, el Buda y los seres son vacío. La naturaleza de todas las cosas es el vacío. Ni sabiduría ni engaño; ni sabios ni ignorantes; ni afán ni galardón.
    Apenas terminó de decir eso, el monje Dokuon lo golpeó en la cabeza fuertemente.
    -¿Para qué lo hizo?  gritó enojado Tesshu.
A lo que Dokuon respondió:
    - Si todo está vacío, ¿de dónde vino ese enojo?



                                                       El estudiante descarriado

    Un día, cuando en maestro Zen Bankei estaba predicando, de pronto un discípulo se paró y gritó:
    -¡Ah, te he agarré robando dinero! ¡Otra vez!
Bankei le dijo:
    -¡Perdónenlo!
    -¡De ninguna manera! ¡Lo perdonamos siempre y para colmo sigue robando!
    -¡Si! ¡Si no le echa esta vez, nos vamos todos! dijo otro estudiante.
    A lo que contestó Bankei:
    - Todos son estudiantes perceptivos y entienden la diferencia entre el bien y el mal. Él es el único que no entiende ni siquiera eso. Si yo no le enseño, ¿quién lo hará? Voy a dejar que se quede aunque todos ustedes se vayan...
    Al escuchar esto, el monje ratero cayó de rodillas y prometió reformarse. De pronto conoció el bien y el mal, lo bueno y lo malo.



                                                    No tener en cuenta el rango

    Un día el gran general Kitagaki fue a ver a su viejo amigo, que era abad del tempo Tofuku. Un sirviente fue hacia el abad y le dijo:
    -El gran general Kitagaki pide una audiencia.
A lo que el Abad respondió:
    -Yo no conozco a ningún gran general.
El sirviente volvió y le dijo al general Kitagaki.
    -El maestro dice que no puede verlo. No conoce ningún gran general.
    -Ah, discúlpeme le respondió. Por favor vuelva y dígale que Kitagaki vino a verlo.
    El sirviente fue nuevamente hacia dentro y al poco rato salió el abad, quien le dijo al general:
    -Ah, Kitagaki, por favor entra.



                                                    La reliquia del general

    Un general estaba en su casa admirando una reliquia muy apreciada por él cuando de repente, ésta se resbaló se sus manos y por poco cae al suelo. El general reflexionó:
    -He conducido miles de hombres a la guerra y no tuve miedo de enfrentar la Muerte. ¿Por qué me asusté tanto hoy por esta copita?
     Al final, el general descubrió que era su discernimiento entre “gusto” y “disgusto” lo que lo llevó a sentir miedo. Acto seguido, arrojó la copa a sus espaldas y la hizo añicos.



                                              Es más fácil saber que obrar

    Un día el famoso poeta Bai Juyi preguntó al monje Niaowo sobre el Zen:
    -¿Cómo debo conducir mi vida de forma que sea completamente uno con el Tao?
    El monje le contestó:
    -Evita el mal y haz el bien.
    -Hasta un niño de tres años sabe eso, le replicó el poeta.
A lo que Niaowo le contestó:
    -Un niño de tres años puede saberlo, pero ni siquiera alguien de cien años puede hacerlo.



                                               El hilo de araña

    Un día, mientras el fundador del Budismo, Siddhartha Gautama (Sakyamuni, el Buda) estaba sentado en el jardín al lado de un pozo, sus ojos se posaron en las profundidades. Allí, entre una multitud que estaba sufriendo el tormento del fuego, vio una persona que gritaba desesperadamente y con más fuerza.
Sakyamuni al verlo dijo:
    -¡Este hombre debe haber sido realmente perverso para sufrir así en el infierno...! Todo lo que hizo en su vida fue matar y robar con desenfreno y no se detuvo ante ninguna maldad. Pero, ¿no hizo ni siquiera una buena acción? ¡Ah, si! Una vez cuando estaba por pisar una araña, sintió compasión y le perdonó la vida. Por supuesto que no es mucho pero es una buena acción...
Entonces tomando una araña dijo:
    -Bueno, dejaré que esta araña lo salve de su abismo de desesperación.
    La araña comenzó a tejer un hilo finísimo que iba bajando por el pozo hasta alcanzar al hombre. Éste, comprendiendo que ésa era su única vía de escape, se aferró a ella y comenzó a subir hasta que, al mirar hacia atrás, vio que muchos de los condenados como él también se asían de la tela para subir.
    - ¡Sinvergüenzas! gritó- Si siguen trepando, se romperá.
    Pero como nadie se soltaba, sacó un cuchillo y cortó el hilo que estaba debajo de él. Los condenados cayeron nuevamente hacia el infierno, pero al instante, el hilo de la araña se rompió y él cayó junto con ellos.
    Entonces Sakyamuni, que estaba observándolo todo, se alejó del pozo.



                                                      Caminar en la lluvia

    Un monje le preguntó a sus discípulos:
    -Dos personas caminaban bajo la lluvia y una no se mojó. ¿Puede alguno de ustedes explicarme por qué?
A lo que ellos respondieron:
    -Porque llevaba una ropa de lluvia...
    -Porque eran tormentas aisladas y a una no la alcanzó...
    -Porque una persona estaba caminando en la calle y la otra bajo los edificios...
Entonces el monje les dijo:
    -Todos ustedes se están concentrando en la frase “una persona no se mojó” por lo cual nunca van a descubrir la verdad. Miren, si yo digo: “una persona no se mojó” ¿Acaso eso no significa que los dos se mojaron?



                                            Una montaña en un grano de mostaza

    Durante la sinastía Tang, había un hobre llamado Li-Bo que amaba estudiar. Había leído más de diez mil libros y por eso la gente lo llamaba Li, el de los diez mil libros. Un día le preguntó al monje Zhishang:
    -Hay un pasaje en el Vimalakirti-Nirdesá Sutra que dice: “El monte Sumeru puede entrar en un grano de mostaza”. ¿Cómo puede ser que una montaña tan grande entre en una minúscula semilla de mostaza?
    El monje Zhishang le respondió:
    - Te llaman Li, el de los diez mil libros. ¿Cómo puede ser que esos diez mil libros entren en tu pequeño cerebro?
    Fue allí cuando Li, el de los diez mil libros, pudo comprender el pasaje.