sábado, 30 de enero de 2016

Contate un cuento VIII - Categoría B - Braian Hoyos – alumno de E.S. y T Nº 1 de Balcarce

La vida es todo menos sencilla

Es difícil ser pobre pero no es imposible salir adelante, la historia que  voy a contar lo hago con resentimiento y agradecimiento, trato de hablar y contar lo que me sucedió para que las personas sepan cómo sufre la gente de abajo…
 Me llamo Martín, nací en 1992 en la ciudad de Caballito, mi madre falleció por una hemorragia dándome a luz, mi padre invadido por el dolor y la tristeza de la pérdida de su esposa decidió criarme, no me abandonó nunca y me puso el mismo nombre que él.
Vivíamos en una casilla al lado de la vía, mis años de infancia fueron difíciles. En el jardín de infantes la discriminación y la diferencia de clase social se hacían vigente, mis compañeros me miraran diferente. Cuando teníamos que hacer trabajos en grupos nunca me elegían, no me invitaban a sus casas y menos a sus cumpleaños porque yo no tenía la misma ropa que ellos, porque solo tenía un camioncito con el que jugaba todas las tardes y no tenía juguetes caros, para ser más claros era pobre y era el único humilde del salón por esta misma razón y por no tener a mi madre con vida mi infancia fue triste. Siempre esperaba  en cada fiesta que se hacía en el jardín que por la puerta entrara mi mamá con mi disfraz para actuar como los demás chicos pero solo me quedaba en un rincón viendo las sonrisas de mis compañeros y de sus madres.
   El último día de clases y con lágrimas en los ojos recibí mi diploma de egreso, mi padre por su trabajo no pudo estar conmigo en el día más importante de mi vida ya dejaba de ser un niño.
  En el verano me gustaba ir a una casa a tres cuadras de la vía sus dueños se iban de vacaciones y como tenía piscina me bañaba y jugaba hasta tarde. El empleo de mi padre iba empeorando, tenía pocas horas de trabajo y cobraba muy poco .  Yo tenía que empezar la escuela y comprar mis útiles entonces no tuve otra opción que ir al basurero de la ciudad a buscar algo que me sirviera. Encontré una cartuchera, una mochila con el cierre roto y un delantal medio gastado pero estaba muy contento por empezar la escuela y nada me importaba.
Empecé mi primer día en la escuela primaria con una inmensa sonrisa, saludé a mi papá y entré al salón. En ese momento mi sonrisa se fue rápidamente cuando vi a todos mis compañeros del jardín, los que me discriminaban, allí estaban mirándome y hablando entre ellos en voz baja. Pero me llamó la atención que en el fondo había una chica que no conocía, ella era muy hermosa, estaba sola y se notaba que no estaba bien, con un poco de timidez me acerqué y le pregunté si me podía sentar al lado suyo, ella me miró a los ojos me sonrió y no dude en sentarme sin darme cuenta de que esa persona me iba a cambiar la vida por completo.
Se llamaba Milagros hacía una semana que se había mudado a caballito, tenía los ojos de color verdes, el pelo castaño, le gustaba leer libros y salir a andar en bicicleta, teníamos una buena amistad estábamos todo el día juntos y lo más importante era que entendía mi situación de vida. Sus padres habían muerto en un accidente de tránsito cuando ella tenía cuatro años, su tía la trajo a vivir con ella sin embargo las cosas empeoraron y Milagros tuvo que salir a pedir en la calle para poder comer. Había pasado por momentos donde fue víctima de discriminación igual que yo por eso no me sentía solo, contaba con el apoyo de ella cuando me ponía a pensar que hay otros que tienen mejor vida y no se lo merecen, pero mi padre y Milagros me enseñaron a entender que la vida no la podes elegir, que no estaba solo, y además no era el único, hay otros que están pasando miseria, indigencia, penurias y necesitan una mano para salir adelante y no darse por vencido.
Pasaron los años mis calificaciones eran muy buenas, pero mi papá seguía en el mismo trabajo con un sueldo mínimo que no nos alcanzaba para comer. Una tarde de diciembre del 2001 llegué de la escuela y encontré a todos los compañeros del trabajo de mi papá y vecinos con carteles que decían “¡que se vayan todos!”, pintura, bombos y cacerolas. Me acerqué a mi papá y le pregunté qué estaba pasando y él me contestó: “el país está en crisis y si no lo impedimos ya no va a ver vuelta atrás”. Además me dijo que me quedara en casa pero no cumplí con la orden y lo seguí sin que me viera. Llegamos a una plaza que antes era alegre llena de palomas y  ese día se llenó de gritos, insultos y rostros tristes que jamás me voy a olvidar. Íbamos avanzando acompañado de mucha gente, los gritos empezaron a aumentar, el miedo aparecía en mí, busqué a mi papá y con mucho pánico lo abrasé y caminamos juntos, desde el fondo de una calle aparecieron camiones hidrantes, “monstruos” armados en caballo bajo al mando de “chupete” que nos atacaron.
 Me acuerdo de un grupo de abuelas con pañuelos blancos en sus cabezas que fueron agredidas. Al verlas no pude contener mis lágrimas, comenzaron a sonar sirenas, nos lanzaban proyectiles, agua, gases y nosotros los agredíamos con piedras, insultos, gritos, ruidos de tarros y cacerolas a comparación de ellos éramos muy débiles. Fueron dos días en los cuales acompañé a mi padre en todo momento hasta ese 20 de diciembre donde él fue mártir de golpes y balas, renunciaba a sus honores, pero no a la lucha, llorando me miró a los ojos y con sus pocas fuerzas me dijo: “procura ser valiente para que nadie pueda herirte, sé noble para que nadie te humille, sé humilde para que todos quieran estar contigo, sigue siendo tú para que nadie te olvide”. Sentí que el mundo se caía, mis lágrimas limpiaban la sangre que recorría en el cuerpo de mi padre, pero mi fe y mi valentía no desaparecieron, corrí el cuerpo del campo de batalla, entre los saqueos y robos a los supermercados pasó un señor con una manta que se le cayó y con ella tapé los restos de ese gran luchador que solo quería que se termine la corrupción y que nos devuelvan lo que era nuestro.
Me pasó todo en esta vida sin embargo nunca me di por vencido. Todos los domingos voy a sentarme en un banquito cerca de donde descansan los restos de mi padre, recordando las frases del libro “Martín Fierro” que él me repetía cada vez que me sentía triste, como todo Argentino sabe el gaucho Martin Fierro fue un luchador que criticaba al indio y al inmigrante que no servía su presencia en el país, denuncia la corrupción y refleja el dolor, la humillación y la marginación, creo que mi padre fue un simple reflejo de Martín Fierro y me siento orgulloso de llevar el nombre de dos personas que tuvieron un rol importante y que no se dejaron dirigir por nadie.
Milagros me siguió acompañando en todo momento, le declaré mi amor y ella aceptó mi petición de ser su novio, desde ese día las cosas cambiaron. Pasaron los años seguí estudiando, me gradué, me casé y tuve dos hijos, soy abogado pero siempre seguí pensando en los demás, en la gente que se encuentra en la misma situación que yo estuve, por esa razón fundé un centro para indigentes, para lo que están en situación de calle, con asistencia médica, comedor y espacio para descansar por las noches, para que no se sientan solos. Siempre hay alguien que está para darte una mano y ayudarte en los momentos tristes. Todavía hay muchos pobres en el mundo está en uno dejar de lado la soberbia y ayudar a los que más necesitan para cambiar la situación que algunos países viven.
 La vida es todo menos sencilla y vale la pena ser vivida aunque tenga muchos obstáculos si luchas por lo que querés no cabe duda que se cumplan tus deseos.

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