sábado, 30 de enero de 2016

Contate un cuento VIII - Categoría D - Nélida Alí – Alumnos de EPA 701

Huellas insondables


Era un día radiante, uno de esos en los que el sol resplandece en el infinito cielo azul; Oscar Gutiérrez vagaba por las calles de nuestra querida Buenos Aires, se trataba de un hombre de unos cuarenta y cinco años aproximadamente, bello, esbelto y con el cabello blanco como la nieve. Había algo en su rostro que llamaba la atención constantemente, hacía que las personas que caminaban por la acera se quedaran observándolo. Su rostro mostraba una expresión muy triste y sus ojos no paraban de emanar lágrimas.
    Un día de esos, él estaba por dar la vuelta a la esquina y para su sorpresa, se  encontró con su gran amigo de la infancia, Ariel, quien al ver su expresión de tristeza no dudó en preguntarle qué le sucedía. Oscar trató de ocultar su problema pero no pudo resistirse a la insistencia de su viejo amigo:
Estoy tan desesperado, dijo Oscar, - muy preocupado, me despidieron de mi trabajo y no sé cómo decírselo a Melisa.
    Ariel, no supo qué contestar, sólo le pidió que mantuviera la calma, que todo se solucionaría, le aseguró que se comprometía a ayudarlo, trataría de conseguirle un empleo en la fábrica donde él trabajaba. Más tarde, se despidieron y Oscar continuó su caminata sin rumbo definido. En ese momento lo que más lo atormentaba era el hecho de no poder satisfacer las necesidades básicas de sus cuatro pequeños hijos, quienes además concurrían a un colegio privado de la zona con alto costo, y además ya no iban a poder concurrir a otras actividades extraescolares.
    Continuó…y continuó caminando por las calles de la ciudad una y otra vez, hasta que observó el reloj y vio que ya era la hora exacta en la que él siempre regresaba de su trabajo. Sin saber qué palabras utilizaría para seguir ocultando su preocupación, se marchó.
   Al abrir la puerta, rápidamente sus dos hijos más pequeños corrieron a saludarlo. Melisa se encontraba sentada a la mesa con una expresión poco agradable en su rostro, Oscar le preguntó qué sucedía y la mujer un poco afligida y un poco furiosa le respondió que ya no sabía qué hacer con sus hijos, tenía que escuchar todo el día los insultos, las peleas, y eso ya no podía tolerarlo más. Oscar quiso calmarla, evitar que se pusiera tan mal, le explicaba que sólo eran hermanos peleándose, algo normal en todas las familias y que esa situación no era grave. Obviamente, otra vez no pudo contarle que era un desempleado más de Buenos Aires, no era su intención añadirle otra preocupación más, y menos ahora que la notó tan desestabilizada emocionalmente.
    A la mañana siguiente, todo se repetía, él se levantó y como siempre su mujer lo esperaba con el desayuno preparado sobre la mesa, casi no cruzaron palabras.  Comenzó su caminata sin rumbo por supuesto, recorría siempre las mismas calles, angustiado y cada día más desanimado, ya no lograba ver ninguna solución posible. Así hizo durante tres semanas que para él resultaban ser una eternidad.
   Una de esas mañanas soleada caminando en una plaza, se sentó bajo un sol muy cálido, y de repente vio a lo lejos una mujer con similares características a su esposa, que estaba entre los brazos de un hombre que la besaba muy apasionadamente; la realidad es que Oscar sintió dudas porque reconoció que la ropa era demasiado igual a la de Melisa, el miedo se apoderó de él y temblando se acercó a aquella pareja, pudo ubicarse detrás de un árbol sin que lo descubrieran, apenas pasaron unos segundos sintió que su vida se derrumbaba, esa mujer era su esposa...la que aquel desconocido  estaba acariciando, besando; pero lo peor fue ver que ella lo miraba como nunca lo había mirado a él, le retribuía cada beso, cada caricia con amor y desesperación.
    Para su sorpresa, aquel hombre que tenía a su mujer en sus brazos, no era de un desconocido, que aunque doloroso para Oscar no hubiera sido tan impactante y tan desconcertante, ahí estaba Enrique…su jefe, quien lo había despedido después de dedicarle tantos años de lealtad, y hasta sacrificado miles de horas de estar con su familia.
    En una mezcla de sensaciones, mucha bronca, traición, desilusión, y quizás frustración, pero también con lágrimas de dolor pudo enfrentarlos y pararse delante de ellos y sin tiempo a nada, la mujer atónita y avergonzada no pronunció una sola palabra y obviamente que Enrique tampoco pudo hacerlo.  Oscar se sentía tan mal, nuevamente esa mezcla de sentimientos que terminó gritándoles y sin poder controlarse comenzó a pegarle a su ex jefe. Melisa  intentaba separarlos, pero resultaba imposible, aquellos dos hombres estaban enfurecidos y sus brazos entrelazados entre golpes y más golpes, parecía que nunca acabaría, pero un joven que caminaba por ese lugar, intervino y la pelea terminó. Enrique quedó tirado en el pasto y Oscar clavó su mirada de desprecio en los ojos de ella y decidió irse corriendo.
    Melisa desesperada tomó su celular, llamó una ambulancia y cuando ésta llegó se fue en busca de su marido, que al cabo de unas horas lo pudo hallar, bebiendo en un bar, ya iba por el quinto trago.
     Sin dudarlo entró en el lugar para implorarle su perdón, sentándose a su lado quiso convencerlo de que sólo lo amaba a él; que estaba confundida y se dejó seducir por aquel galán que le prometía felicidad eterna. Oscar ya no creía en sus palabras o disculpas o razones del engaño, pero sí con mucha bronca le contó que ese hombre lo había despedido sin motivos de su trabajo, pero ahora con todo esto entendía,  y entonces si se sintió aliviado y le ordenó que se fuera.
     Aquella mujer, no quería perderlo, lo tomó del brazo e insistió para que volviera con ella a su hogar, que pensara en sus hijos y en los años de matrimonio. Pero para Oscar, su vida había cambiado rotundamente, si se retiró del lugar,  pero lo hizo sólo, la dejó llorando en aquel bar, y con el corazón destruido en mil pedazos, llegó a la casa de su viejo amigo Ariel, quien sin preguntarle una sola palabra, lo abrazó y lo hizo entrar.
    Una vez calmado, le contó a su amigo, quien no dudó en brindarle su hospitalidad y lo convenció para que se quedara allí todo el tiempo que necesitara.
    Transcurrida una semana, tomó el diario, leyó directamente la sección de “Clasificados” y decidió salir a buscar empleo. Todo el día estuvo repartiendo su currículum, pero pasaron los días y no había resultados, quizás porque su aspecto no era el mejor, su apariencia era el de una persona triste, su mirada perdida, y encima varios días que no veía a sus hijos.
    Se hizo la noche, y Oscar todavía no regresaba,  Ariel muy preocupado  pensando en lo peor, decidió llamar a Melisa y preguntarle si estaba ahí, ella asustada le respondió que no, lo cual preocupó aún más a Ariel; decidieron salir en busca de Oscar, recorrieron cada calle por dónde él solía caminar, lo hicieron muchas veces pero sin resultados, no lo hallaron. Preguntaron en todos los negocios y en uno de ellos, les dijeron que había estado un hombre con esas características buscando empleo, pero que luego se fue y no lo vio más.
    Volvieron sin novedades, parecía que la tierra se lo había tragado, hasta que al fin sonó el teléfono en la casa de Ariel y era Oscar pidiéndole disculpas por su ausencia y las molestias ocasionadas, y dándole las gracias por la ayuda que desinteresadamente le había brindado, le contó que se encontraba a punto de partir hacia Córdoba donde tenía algunos contactos, allí trataría de recomenzar su vida, olvidando aquel episodio que le causó la mayor pena de su vida, la traición de su esposa, dejándoles huellas insondables en su corazón.


No hay comentarios:

Publicar un comentario